Nicasio Marín | Miércoles 05 de agosto de 2015
Sostenible, estable y accesible, pero difícilmente viable: la amenaza de la bancarrota del sistema sanitario tal como lo conocemos…hasta ahora.
La actividad que denominamos sistema sanitario representa una parte significativa de Producto Interior Bruto (PIB) Español, superior al sector de automóviles, la agricultura o la construcción. Los costes de esta actividad aumentan por encima del IPC y no han dejado de crecer. El sistema” es una parte clave del, hasta ahora al menos, llamado “estado del Bienestar”
En España la financiación del Sistema Público (EL 92% DE TODA LA ASISTENCIA) se obtiene vía impuestos más un extra acumulado cada año, que tiene su origen en la emisión de deuda pública (del Estado y de las Autonomías) que todos terminamos pagando.
Sólo una parte de la población, y, a su vez, sólo una parte de la fuerza de trabajo activa paga impuestos. El resto recibe asistencia de modo solidario, digamos, piramidal, y es ésta una población creciente conforme la crisis económica avanza empobreciéndonos. Colectivos diversos –personas con bajos ingresos, inmigrantes sin trabajo ni cotización; población en riesgo o en franca exclusión; etnias en proceso de integración social; los no asegurados, o grupos de edad determinados, parados, los jóvenes sin futuro, simplemente no hacen aportaciones o éstas no son recurrentes, pero todos, antes o después, de un modo planificado o accidental necesitan (necesitamos) asistencia sanitaria.
Regular “cómo”, “cuándo” y “dónde” los españoles tendrán garantizada la asistencia sanitaria es una cuestión esencialmente económica y de derecho. Los costes que determinan la asistencia de las personas que no contribuyen al sostenimiento se transfieren directamente a quienes contribuyen cada día más –debido al aumento de la presión impositiva-, y de aquí –dado el peso en el PIB- a la Economía del Estado. La falta de salud, o el peor nivel de salud, y la debilidad económica se asocian al mayor consumo relativo de recursos y menor productividad en una sociedad dada. Conforme los gastos médicos de los no contribuyentes crecen, la espiral del consumo de recursos se autoalimenta y surge así la alargada sombra de la bancarrota que se intenta diferir con la deuda –por la que, inevitablemente pagamos y habrá que pagar un precio elevado, en los próximos años y en generaciones futuras.
Nuestro Sistema sanitario, que fue siempre elogiado, es “ya” disfuncional. Hay un imperativo económico en reformar este estado de cosas si queremos que el sistema sea sostenible, razonablemente estable, y la cobertura extensa…, de lo contrario la calidad pronto empezará a deteriorarse y ésto es independiente de que la provisión sea separada de la financiación, o de supuestas ideologías –simples cortinas de humo, a veces sólo mentiras disfrazadas.
Por ejemplo, es cada vez más frecuente observar cómo los servicios de salud, las comunidades, o las mutuas y empresas de servicios pretenden evitar a los más enfermos por “onerosos”, porque los costes aumentan con los “usuarios de mala salud”. Las políticas de “marear la perdiz” o el “picking cherry” –seleccionar las cerezas- están a la orden del día. No sorprende que incluso algunos médicos –que en otro tiempo fueron clínicos compasivos- ahora, bajo responsabilidad directiva o de gestión, se muestren fríos, metálicos e impersonales y contribuyan a este estado de cosas, a esta espiral de discriminación selectiva que irá a más, como a más irá la insostenibilidad financiera de nuestro añorado Sistema Sanitario Público de Salud.
Por lo pronto los salarios de los trabajadores sanitarios han sido confiscados –legalmente pero confiscados- en una cuantía nada despreciable y varias veces (“en nombre de la sostenibilidad”). Ahora vienen otras medidas.
Hablemos con claridad, sinceramente: garantizar que el ciudadano español reciba, en tiempo adecuado, una cobertura asistencial y sanitaria que pueda ser perdurable en los próximos años, que tenga razonable calidad, y que pueda ser “pagada” va a exigir esfuerzos notables en regulación y racionalización de las actuales conductas económicas y una nueva responsabilidad con los instrumentos de subsidios.
Difícil objetivo si no hay una tendencia sólida de recuperación franca de las Cuentas Públicas, si no varía la carga fiscal, o la abrumadora tasa de paro de los jóvenes y la caída de los ingresos; la mediocre productividad del exceso de “estado” o la competitividad general..,
Pero tomaremos la colina como un solo hombre, regresará un cierto espíritu de Dunkerke, lograremos sanear y salir de este impas, de este pozo, con nuevas ideas, mejores políticas sanitarias, socialmente más responsables, humanamente más aceptables… y financieramente posibles, es decir, “verdaderas”.