Los atentados del pasado fin de semana en Paris, con la matanza ocasionada por el terrorismo yihadista, han puesto de manifiesto actitudes dignas de destacar y también de imitar ante situaciones semejantes, seguramente posibles.
La respuesta de solidaridad con Francia de casi todos los países del mundo y la disponibilidad de sus sociedades para perseguir al terror islamista hasta sus últimas consecuencias, actuando directamente sobre sus bases en Oriente Medio, indica un reconocimiento expreso de que estos enloquecidos terroristas, no van a respetar ningún lugar, ni ninguna vida, teniendo en cuenta que son incapaces de respetar la suya propia, como muestran los suicidios, mal llamados inmolaciones, cuando creen ver culminada su macabra obra.
La otra gran lección que nos ha quedado de lo sucedido en París, ha sido el comportamiento de la clase política francesa, cerrando filas en torno al Gobierno actual, desde todas las ideologías, dando un ejemplo de unidad e incluso, aceptando de buen grado, todas las decisiones de ese Gobierno, tales como modificaciones en la Constitución que refuercen la autoridad de sus Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, así como el mantenimiento del Estado de emergencia durante varios meses más, pese a que ello pueda suponer alguna pérdida de libertad en aras de una mayor seguridad para la ciudadanía.
Esta actitud, contrasta extraordinariamente con lo sucedido en España, con casi igual número de victimas, en los fatídicos atentados del 11 M de 2004.
La oposición, con su comportamiento, consiguió voltear absolutamente a la opinión pública y, casi nadie fue capaz de descartar, el rédito político que algunos alcanzaron con la victoria en las elecciones generales, de unos cuantos días después, que ninguna encuesta pronosticaba a priori, antes de los atentados.
España tiene ante sí el día 20 de diciembre, unas elecciones de enorme trascendencia para nuestro futuro, a las que ojalá consigamos llegar sin más elementos controvertidos, y graves, que la situación catalana. Ningún grupo político debiera intentar rentabilizar en provecho propio, las decisiones que pudiera tomar el actual Gobierno, en apoyo de una posible coalición internacional, frente al terrorismo islámico, algunas de las cuales pudieran no satisfacer totalmente a la opinión pública. Actitudes como la de PODEMOS, no uniéndose al pacto antiyihadista, firmado en su día por PP y PSOE y al que se ha unido sin ambages, CIUDADANOS, indican esa falta de unidad que sí hemos visto en Francia, lo que no sólo es insolidario, sino que constituye un profundo error que, seguramente, será penalizado en las urnas.
En casa, mientras tanto, hemos asistido a la renuncia a la Alcaldía de Almería del Sr. Rodríguez Comendador. Cada almeriense tendrá su propia opinión sobre lo sucedido y sobre la oportunidad y el momento elegido para dejar el Ayuntamiento. Yo ya he manifestado la mía. La grandeza de las Instituciones reside en que siempre están por encima de las personas y las vicisitudes. De su gestión al frente del Ayuntamiento, yo no puedo opinar, porque nunca sería objetiva, puesto que durante varias Corporaciones la he compartido con él, siendo, por tanto, corresponsable de todo lo bueno, menos bueno ó regular, alcanzado, en beneficio de la ciudad durante estos años y, siempre, con la mente puesta al servicio de los almerienses. En cualquiera de los casos, suerte al Sr. Rodríguez Comendador en su nueva etapa política.