Juan Megino | Domingo 27 de diciembre de 2015
La celebración de las elecciones generales del pasado día 20 era de obligado cumplimiento, toda vez que la Legislatura que se inició en 2011 estaba más que cumplida.
En principio, podía pensarse que dichas elecciones iban a clarificar la situación política en España, para permitir, desde un Gobierno con la necesaria estabilidad, continuar en la búsqueda de soluciones para los graves problemas que agobian a la sociedad española, sin embargo, el resultado no ha sido ese y la política se ha hecho endiabladamente complicada y enrevesada, y a la que se ve de difícil salida.
Ya durante la campaña electoral, las múltiples encuestas, del CIS ó de casi todos los medios de comunicación, anunciaban algo de lo que luego ha sucedido, pero con algunas relativas sorpresas como la de la baja participación, que se anticipaba más alta dada la importancia de estos comicios.
Como era previsible, tras la noche electoral resulta que, como siempre, todos han ganado, naturalmente dependiendo de los objetivos que a priori tuvieran, pero, en mi opinión, quién ha perdido ha sido el pueblo español, que, sin embargo, es el responsable, con sus votos en las urnas, del galimatías existente.
De entrada, configurar un Gobierno va a ser extraordinariamente complicado. Ya veremos hasta donde nos lleva la constitución del mismo, empezando por el propio Presidente y, si entre todos no lo remedian, igual estamos abocados a contemplar una Legislatura de muy corto recorrido. Ahora se pone de manifiesto la importancia de disponer de un presupuesto general para 2016, enormemente criticado por unos y por otros, por el momento y la oportunidad de su aprobación. Gracias a dicha aprobación, el país podrá circular razonablemente, incluso con un Gobierno en funciones, a la espera de una solución definitiva ó temporal que nos lleve a unas elecciones generales en 2017.
Desde la observación interesada y expectante, los españoles, y seguramente los europeos, vamos a estar pendientes del juego y de la estrategia política de los distintos Partidos, antes y después del 13 de enero próximo, día que se constituyen las Cortes Generales. Hasta ese momento, y como si se tratara de un gigantesco puzzle, caben todas las combinaciones posibles, y aquí es llegado el momento de apelar al sentido de Estado de los Partidos, precisamente pensando en el pueblo español y no en los intereses partidistas. Desde cierta lógica democrática, debería formar Gobierno el Partido más votado, el PP, con las concesiones necesarias impuestas por el resultado electoral. Quizás la mayor responsabilidad, para lograr un Gobierno, sin experimentos ni aventuras, recaerá en el PSOE, con resultados malos pero mejores, incluso de lo que los socialistas pensaban, y en Ciudadanos, sobre todo si consiguen recuperarse de la decepción sufrida, puesto que esperaban mejores resultados, minimizados en las urnas por la arrogancia del Sr. Rivera y su calculada ambigüedad durante casi toda la campaña electoral.
El primer encuentro público, Rajoy- Sánchez, del jueves, con resultado de aparente ruptura, sin ningún principio de acuerdo, no aventura nada positivo, salvo que se trate de fuegos de artificio de los que nunca nos enteramos los ciudadanos de a pié. Lo que las urnas no han logrado, se ha de alcanzar en los despachos.
En cualquiera de los casos, FELICES NAVIDADES PARA TODOS.