Opinión

Calle Marcelino Camacho

Rafael M. Martos | Domingo 21 de febrero de 2016


Conservo en mi memoria los detalles de las tres o cuatro ocasiones en las que, como periodista, tuve contacto con Marcelino Camacho, siendo la última de ellas en Almerimar, donde acudió con su esposa –la luchadora almeriense Josefina Samper que recibirá la Medalla de Andalucía- a un acto de jubilados sindicalistas.

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Marcelino Camacho siempre me impresionó, antes desde una admitida afinidad ideológica, y hoy desde la discrepancia. Pero en el temple de su voz, en sus ojillos vivaraces, en sus arrugas llenas de historia, se percibía el compromiso sereno y sobrio de quien ha hecho de la dignidad una causa personal.

Busco en el libreto de “El color de la vida” de Carlos Cano los versos sobre Diamantino García, de quien dice que “en el tiempo de los gigantes, /de la lucha por el hombre, /tú ya andabas con la verdiblanca /por la causa de los pobres”. En realidad ambos alzaban la misma bandera, aunque sus colores fueran distintos, aunque uno militara en Comisiones Obreras y otro en el Sindicato de Obreros del Campo, aunque uno fuera cura y el otro ferroviario.

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De aquel tiempo en los “gigantes” trajeron la libertad y los derechos laborales y sociales, es un “bono” de “100 pesetas” para “ayudar” a CCOO a “reforzar nuestra lucha unitaria, para prepararnos ante futuras elecciones”, y al que el secretario general añadía una elocuente frase: “Una acción de clase, independiente, sólo es posible si es financiada por los propios trabajadores” y concluía en mayúsculas “QUIEN PAGA MANDA”. Luego, su firma.

Que lejos están de él los enanos actuales que han burocratizado los sindicatos, que han hecho de la lucha obrera un negociete, que compadrean en despachos enmoquetados con el poder político que les subvenciona hasta los langostinos, que lejos de aquellos que entienden la labor sindical como una “liberación” de esa “condena” que es trabajar todos los días.

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Creo, sinceramente, que muchos de estos comunistas de razón, en realidad son liberales ingenuos con un gran corazón, porque efectivamente, sólo si la lucha es financiada por los trabajadores, ésta es independiente… pero claro, así es muy difícil tener miles de empleados, a los que además se les contrata en fraude de ley o directamente de modo fraudulento, o se les despide de mala manera.

Me alegra que Marcelino, aquel preso al que Josefina le tejía gruesos jerseys grises para resguardarse del frío y las humedades de Carabanchel, tenga una calle en Almería. Reconforta el reconocimiento a uno de los exponentes de la dignidad, cuando ahora algunos repudian una época en la que grandes hombres supieron ponerse de acuerdo para construir juntos.


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