Opinión

26J: El debate sin sorpresas

Rafael M. Martos | Martes 14 de junio de 2016

Lo más destacado del debate a cuatro ha sido que ninguno de los cuatro intervinientes se ha salido ni un milímetro del guión previo establecido, que ninguno estuvo especialmente brillante, pero tampoco ninguno metió la pata de modo estridente.
Se nota que Mariano Rajoy se lo tomó más como un debate parlamentario que televisivo, y salió su lado bueno, hasta el punto de que no llegó a trabarse ni con palabras ni con argumentos, como por otro lado suele ocurrirle casi siempre. Ocupó su sitio, el de la moderación, la experiencia, el de presumir de datos económicos, de relaciones internacionales recuperadas… incluso evitó darle demasiada leña a Albert Rivera pese a que el de Ciudadanos fue quien más duro le atizó probablemente.
Pedro Sánchez quiso ponerse también él como moderado, frente a los dos extremos en que colocó al PP y a Podemos, salvándole el espacio o tal vez ignorando a Ciudadanos. El PP es malo malísimo, y Podemos pudo permitir un gobierno de progresista pero no quiso por ambición. Ese era el mensaje, y así lo transmitió.
El PSOE sabe que puede necesitar a Rivera, pero sobre todo sabe que no puede arremeter contra quien estuvo dispuesto a darle la presidencia, por lo que repartió sus dardos entre Podemos y PP.
Ciudadanos sorprendió por su aspereza contra Rajoy que, por otro lado, no es nada nuevo, pero cabría esperar cierta suavidad a sabiendas de que igual podrían tener que entenderse a partir del día 26. Rajoy le llamó inquisidor por pedir cabezas en base a informaciones periodísticas no contrastadas judicialmente, y ahí quedó claro que Rivera sólo pactaría con un PP sin Rajoy, pero también es cierto que dijo que las responsabilidades políticas deben llegar cuando se produzca una imputación, y ni en el caso del presidente en funciones ni de otros tantos del PP eso ha ocurrido.
Rivera quiso tender la mano pero la verdad es que no parece que lo fuera a todo el mundo, ya que si al PP le dio duro, no lo hizo menos contra Podemos, por lo que está claro que al único que se la tiende es al PSOE.
En cuanto al desastroso Pablo Iglesias… bueno, está visto que no se sabe ni su programa electoral ni las cuentas de sus compañeros de viaje. Unas veces es Podemos, otras es las confluencias, otras es él, otras es… y es cambia tanto de muebles, que se hace un lío.
Iglesias no atacó al PSOE e insistentemente, cuando era recriminado por Sánchez, respondía que el enemigo era el PP. La mano tendida, sí, la misma con la que votó no a un presidente socialista tres veces ¿por qué ahora habrían de cambiar las cosas? Pues claro, porque ahora el presidente sería Iglesias, y si antes había que comprender que Podemos no apoyara a un presidente socialista, ahora sería una traición que el PSOE no apoyara un presidente de Podemos.
Ninguno de los candidatos salió a arriesgar, y en todo caso, quien más lo hizo fue Rivera por su dureza contra Rajoy, pero eso ha servido para dejar claro que al votante de Ciudadanos que el único pacto posible será con el PSOE otra vez.
La incógnita no despejada es qué hará el PSOE si resulta tercera fuerza política… pero todo parece indicar que no estaría dispuesto a dar por abstención el gobierno a Rajoy, Ciudadanos desde luego dejó claro que no, y lo mismo Podemos.
Podemos volvería a contar con el no de PP y Ciudadanos, y sólo podría ser Iglesias presidente con el voto favorable del PSOE, quien de no hacerlo abocaría a unas nuevas elecciones, pero claro, también podría ser que los socialistas volvieran a ser los segundos ¿qué haría entonces Sánchez, volvería con Ciudadanos? ¿cómo explicaría no hacerlo ahora y sí antes? Y lo mismo cabría decir de un pacto con Podemos ¿por qué no lo hicieron antes y habríamos evitado toda esta segunda vuelta?
Se suele decir que quien no arriesga no gana, y este lunes noche, nadie arriesgó.

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