Rafael M. Martos | Domingo 17 de julio de 2016
Franco había muerto -no sé si se puede calificar de plácidamente- en la cama el 20 de noviembre de 1975, y trece meses después la ciudadanía española votaba de modo abrumador a favor de la Ley para la Reforma Política que, no era otra cosa que enterrar al dictador con su Régimen.
No sería hasta diciembre de 1978 cuando igualmente en referendum, y también por aplastante mayoría, la Constitución actual fue aprobada.
Entremedias había tenido lugar en Andalucía la manifestación del 4 de Diciembre que rompió el esquema territorial pactado por los nacionalistas vascos y catalanes, el PSOE y la UCD. Aquella muestra de poderío andaluz se producía en 1977, y suponía la exigencia de los andaluces de tener acceso a una autonomía plena e inmediata, una autonomía política real, y no a un remedo de descentralización administrativa.
En ese año de 1977, antes de que se produjera aquella gran exhibición de orgullo andaluz que obligó a modificar la redacción en ciernes de la Constitución en el aspecto territorial, antes incluso de que dicha Constitución fuera aprobada, antes por tanto de que Andalucía contara con un Estatuto que reconociera sus símbolos históricos, antes de todo eso, por tanto en ese periodo complicado y complejo de auténtica transición política, con tanto en juego, y con el poder real en manos todavía de los afines al Régimen Franquista, en la Diputación de Almería se izó la verdiblanca.
El pleno de la Diputación de Almería acordó, en sesión solemne presidida por Juan de Oña Iribarne, colocar la bandera de Andalucía junto a la española. Ninguna ley les obligaba, no había consignas partidistas ni gubernamentales en ese sentido, pero todos los diputados provinciales apoyaron brazo en alto que la enseña que no sería oficial hasta cuatro años más tarde, ya tenía que lucir en el balcón principal de la sede institucional que representaba a la provincia almeriense.
Pero si alguien piensa que aquello fue una maniobra del “rojerío” almeriense se equivoca, y para ello basta ver las fechas en que se tomó la decisión, y sobre todo, la biografía del entonces presidente provincial. De Oña dejó su cargo en ese mismo pleno ya que había sido nombrado fiscal del Tribunal Supremo en 1976 y eran cargos incompatibles, y antes había sido jefe provincial de la Fiscalía de Almería en 1954, y luego fue director provincial de Vivienda, de donde pasó en 1973 a presidir la Diputación.
Hay que agradecer precisamente a un franquista -no parece que alguien que estuvo en tan destacados puestos durante el Régimen lo fuera por ser acérrimo enemigo- que la bandera de Andalucía ondeara en una institución oficial incluso cuatro años antes de que fuera legal. Ese es en definitiva un ejemplo más de que Almería se sentía tan andaluza como el resto del territorio, de que su bandera era reconocía en Almería como en el resto del territorio, de que existía una inequívoca comunión de las ocho provincias en un proyecto aún por definir en aquellos instantes, pero fruto de un reconocido pasado también común.
Noticias relacionadas