Rafael M. Martos | Miércoles 27 de julio de 2016
No he visto que las redes sociales se llenen de “Yo soy Kabul” ni de “Rezar por Kabul” a pesar de que un atentado terrorista ha matado a casi un centenar de seres humanos y dejado heridos a una cifra que supera ampliamente los 200. No he visto minutos de silencio, ni banderas a media asta, ni editoriales indignados en los medios más influyentes, ni condenas gubernamentales más allá de algún tuit protocolario. No lo he visto por el matrimonio y su hija de tres años quemados vivos en Kirkuk intentando escapar del terror.
No, no he visto nada de eso que sí he visto por una cifra similar de asesinados en Niza, o por la decena de Ansbach, o por por la docena del Charile Hebbdo...
Los asesinos son los mismos, y las ideas que les inspiran son las mismas, entonces sólo cabe deducir que la diferencia estriba en quienes son las víctimas.
Ha bastado que se produjera un falso aviso de bomba en un centro comercial de Vícar en Almería y en otro de Pulianas en Granada, para que algunos comenzaran a dejar correr en las redes sociales acusaciones no veladas contra los musulmanes, aun cuando era de entrada la Guardia Civil no daba credibilidad al aviso y además sería la primera vez que estos terroristas alertan de un atentado previamente. Pero da igual, de lo que se trata es de seguir abonando la islamofobia a la que tanto contribuye el DAESH... cuyas víctimas más numerosas son precisamente musulmanes.
Yo soy Kabul, y otros muchos sitios que no sabíamos que existían hasta que estos seres inhumanos decidieron que ellos eran más listos que Dios, que Allah ya no era miseriordioso, que para Allah cuando se mata a una persona se mata a toda la Humanidad, y que ignoran que los pasajes violentos del Coran -como los tiene la Biblia cristiana- han de ser contextualizados en el momento en que fueron escritos (circunstancias bélicas) y que sin una visión global del Libro y sus enseñanzas, no hacen más que retorcerlo hasta su deformación absoluta.
Sí, también soy el cura asesinado en Francia, y me solidarizo con todas las víctimas del terrorismo. Nadie puede arrebarle a una persona ni su vida, ni su libertad, ni su dignidad. Nadie. Ni en Kabul, ni en París, ni el piso del al lado cuando un malnacido golpea a una mujer, o cuando violentan a un menor.
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