Opinión

Andalucía debe estar formada por ochocientas ciudades hermanas

Rafael Sanmartín | Miércoles 17 de agosto de 2016
Encantados de volver a ser ciudades hermanas. Andalucía debe estar formada por ochocientas ciudades hermanas y eso requiere un nivel de conciencia que ojalá recuperemos pronto. Andalucía, la mayor extensión territorial del Estado, la más poblada con diferencia, pese a la pérdida de casi tres millones de habitantes que engrosan los censos de otras, conserva una serie de elementos comunes –carácter, historia, cultura, música, costumbres, lenguaje– suficientes para considerarla unidad, muy lejana a la uniformidad. Uno de los mejores indicadores de su carácter común, es la identificación en el exterior: fuera de Andalucía, no se nos identifica como almerienses, corianos, granaínos, iliturgitanos, jiennenses, malagueños ó sanluqueños, sino como andaluces. Sin embargo, en los últimos años surgió fobia de una ciudad a otra, que, en algunos momentos, alcanzó especial virulencia.
Algo parece haber puesto coto a la escalada y sus regidores parecen inclinarse por la cooperación. Volver a ser vecinos, compañeros, amigos. Andaluces. Lo fuimos durante siglos,
hasta que la ineptitud de un político y de quienes le siguieron, vacíos de ideas y de moral, al aprovechar una corriente creída favorable, enfrentó el mal estilo de algunos hasta aparentar el de toda una ciudad. El enfrentamiento se amplió a otras, aunque, sin ser sutil, quedó oculto tras la novedad de disparar sobre la capital. De él, los dirigentes políticos del momento extraían rentabilidad; la de vencer al fomentar la división.
La “operación caja única”, por ejemplo, aunque fracasada, no se diseñó para benefi ciar a Andalucía, por eso necesitaba la cortina de humo del enfrentamiento y, por fullera e hipócrita no sólo fracasó en su origen, sino que puso las cajas andaluzas “rebeldes” al centralismo, en manos del capital catalán y vasco. Y, sin embargo, es ese centralismo, el económico, el que requiere la más decidida oposición de toda Andalucía.
Pero la protagonista no fue exactamente una ciudad: a Málaga se perjudicó en su imagen, pero en esta encantadora ciudad seguía
y sigue habiendo mucha gente inteligente, comedida, ponderada, amiga de lo andaluz, amiga de la verdad, incapaz de buscar
daño a nadie, menos aún a una población con intereses comunes y a la que le une mucho más de lo que les pudiera separar. La misma conclusión radiada años antes en Huelva en tertulia
vespertina: “Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”. Y, como la verdad es lo primero que se debe a quien de verdad se ama, justo es recordar que el posible enfrentamiento jamás ha sido recíproco. Salvo una sola pintada en carretera y alguna voz destemplada en celebración futbolera, Sevilla nunca ha respondido al enfrentamiento con ninguna otra ciudad. Seguramente por excesiva confianza en sí misma, seguramente por exceso de ombliguismo, o por incapacidad para asimilar el motivo de la fobia, si alguna vez hubiera habido motivo, ó, sencillamente, por entrega a la idea de Andalucía.
Por lo que sea, la fobia nunca ha sido recíproca. Lo que un escritor murciano avanzara en el diario El Sol, ya en los 80, “aprendamos de los sevillanos a preocuparnos por su ciudad”,
parece recuperado para 2016. Ojalá. Málaga es tan grata a Sevilla, como que fue un premio nóbel sevillano, Vicente Aleixandre, quien la titulara “ciudad del Paraíso” en su poesía.
Al final, ni el mal estilo del “fisno” Aparicio, ni el pendón Salvador, ni la merdellona Celia, ni Paco, el removedor de aguas tranquilas, van a poder con tantos siglos de simpatía mutua. “Andalucía Tech”, el organismo para la excelencia de las dos universidades, es una realidad capaz de arrastrar otra más amplia: más que competencia insana, antes que censurar y zaherir, el pragmatismo aconseja cooperar. Es mucho más práctico. Y beneficioso. Y lógico. El objetivo común de las ciudades es mejorar. Debe serlo. Y el acuerdo entre las dos más pobladas, hecho la equidad, la generosidad, el realismo, la colaboración, en definitiva, sólo puede suponer un impulso para Andalucía.
Bienvenido, incluso, el batacazo del revolvedor de aguas tranquilas, cuando ha visto caer el castillo de naipes de su simulado progreso en acelerado proceso de agotamiento.
Todo lo que beneficia a cualquier rincón de Andalucía es bueno para toda Andalucía. Esta idea siempre se ha defendido aquí. Cualquier obra de mejora, acometida ó protagonizada en beneficio de cualquier rincón, debe ser defendido por toda Andalucía. Porque toda Andalucía debe sentirse orgullosa de sí misma, porque toda Andalucía se beneficia, directa o indirectamente de las mejoras impresas a cualquier localidad, salvo que por alguna y difícil razón objetiva, perjudicara ó fuera en menoscabo de otra ú otras. Afortunadamente, en muchos lugares esta es una idea bien asumida; en más que lo contrario. Por eso el enfrentamiento jamás fue recíproco.
Si ahora, por fi n, hay disposición a la cooperación, encantados. Y, si la hay ¿por qué no para toda Andalucía, no solamente dos capitales.¿Por qué no toda Andalucía? El objetivo de obtener
la excelencia debe ser común a las once universidades. Sin la menor duda, cada una de ellas destaca en algo que puede aportar a la riqueza común. Lo mismo, el de mejorar las ciudades, y no sólo las capitales, debe ser prioritario. Y aprender de las demás, utilizar fuerzas generadas por otras, prestarse mutua colaboración, en vez de boicotear iniciativas, es la solución más práctica e inteligente. Y la más rentable para todos. Los casi noventa mil kilómetros cuadrados y las más de ochocientas localidades de Andalucía deben ser un acicate de acercamiento mutuo. Y pueden serlo si hay voluntad. Porque motivos, y medios, sobran.
Jamás un andaluz puede ser enemigo de otros andaluces. Si se ha llegado al final de la confrontación, bienvenida sea la colaboración. Promuévase el conocimiento interno; facilítese la comunicación; apréndase de otros todo cuanto pueda ser útil a los demás. No se trata de repetirse, de obligarse a hacer lo mismo que pueda hacerse en otros lugares; tampoco es eso. (Pedir un puerto de mar en plena sierra, además de imposible, mereció una escuela, concedida a Cervera por Fernando VI, para que el mayor nivel informativo y cultural, contribuyera a comprenderlo). Primero está la consciencia de sopesar, calibrar las propias necesidades reales, y crear y aprovechar sinergias, tanto en la mutua cooperación ó co-participación, como en utilizar aquellos canales abiertos por iniciativas ó mejoras implantadas en otro lugar de nuestra geografía.
Que muchas ciudades en diversos puntos, se acerquen físicamente hasta unirse en muchos casos, evidencia la necesidad de establecer políticas comunes en urbanismo, industria, comercio. Cuando los centros comerciales han dejado de ser locales, se necesita una planificación comarcal.
Porque las comunicaciones han cambiado y han acercado entre sí poblaciones con las que, hasta hace poco, el contacto era lento y dificultoso; porque la realidad las acerca aunque se mantenga la distancia física en línea recta, se patentiza la necesidad y la posibilidad de establecer medios de acción conjunta. Desde las industrias, que pueden ser complementarias, a las celebraciones, a las que beneficiaría la armonía. La mutua colaboración es una forma de mejora y progreso, mientras el enfrentamiento sólo sirve a los intereses de gobernantes estúpidos, necesitados de dividir para esconder su incapacidad y su falta de interés.
Planificación comarcal. En el párrafo anterior está la clave. La provincia se creó para dividir. Y la división fomentó el enfrentamiento. La comarca es una figura natural, integradora,
lógica. La comarca natural, se sobreentiende. Las diseñadas por la Junta de Andalucía sólo son un despiece incongruente, con el añadido de diferenciarse de unas consejerías a otras. La comarca es y debe volver a ser el referente y la base para crear una infraestructura social, sanitaria, educativa, cultural, lúdica. No se trata de trasladar las superestructuras de las consejerías y pasar de ocho a trescientas delegaciones. Es mucho más fácil. A partir de la propia estructuración milenaria de Andalucía y con la ayuda de las nuevas tecnologías, es fácil resolver cualquier gestión sin necesidad de desplazarse más de veinticinco kilómetros, en el peor de los casos. Y, al mismo tiempo, gozar en toda Andalucía de una dotación plena, como se ha expuesto más atrás.
No es necesario acelerarse. Las comarcas tienen su propia conformación y se irán ajustando a sí mismas.
Lo importante es tener clara la idea: ni la capital de la Comunidad, ni las delegaciones de las consejerías, van a estar en primer plano, ni van a constituir un freno al desarrollo, porque las gestiones se pueden realizar sin necesidad de desplazamientos.