Opinión

Daños colaterales

Juan Megino | Lunes 14 de noviembre de 2016

Ha habido muchos ciudadanos que el hecho de no haber tenido Gobierno en España en plenitud de funciones casi un año, no les ha causado ningún tipo de problemas, e incluso ha sido, para algunos, casi positivo, dado que los grandes indicadores económicos no han sufrido gran deterioro y, es más, algunos como el descenso del paro o el nivel de nuestras exportaciones, ha tenido balances, si no positivos, al menos razonables. En la práctica, como ahora veremos, no ha sido así en algunos campos.
Esta semana con la constitución del nuevo Gobierno y, aún más, con la elección del nuevo Presidente de los Estados Unidos, hemos estado bastante distraídos, sin embargo, ha habido una noticia que prácticamente ha pasado de puntillas para los medios de comunicación y muchísimo más para el gran público. Me refiero exactamente a la renuncia de Tarragona a celebrar en junio del 2017 la XVIII edición de los Juegos Mediterráneos que le fueron concedidos allá por octubre del 2011, proponiendo su aplazamiento para 2018, por razones estrictamente económicas y organizativas. Tal propuesta ha sido aceptada por el Comité Internacional de los Juegos en su reunión de Argel del fin de semana último.
Se rompe así una tradición iniciada en 1951, fecha en que se celebró la primera edición en Alejandría, país del personaje que los ideó, con el objetivo de distender, a través del deporte, la situación política en el Mediterráneo, no mucho después de terminada la segunda guerra mundial.
A continuación, en 1955, le correspondió a Barcelona y sucesivamente cada 4 años (siempre un año después de los Juegos Olímpicos) en importantes ciudades, e incluso en capitales de país, hasta llegar a Almería en 2005, Pescara (Italia) en 2009 y Mersin (Turquía) en 2013.
Hay que señalar, en honor a la autoestima de los almerienses, que el nivel alcanzado por los Juegos en Almería, no ha tenido continuidad en las dos ediciones posteriores, por muy diversas circunstancias, pero para los que luchamos, conseguimos y quisimos a los Juegos, teníamos una enorme ilusión con que Tarragona nos hubiese superado, manteniendo el nivel organizativo y de resultados de nuestra ciudad que, para el Comité Internacional fueron auténticamente ejemplares.
La edición de Tarragona, en cualquiera de los casos, ya había rebajado sus objetivos, por ejemplo renunciando a una villa mediterránea integrada, donde pudieran convivir los miles de deportistas que concurrirán y ello por problemas estrictamente económicos. La organización tiene previsto alojar a los atletas en hoteles de la vecina Salou, lo que constituye, sin duda, un paso atrás en lo que venía haciéndose desde la edición de Túnez y que tuvo su culminación en Almería en la ciudad mediterránea de El Toyo.
La aportación del Estado comprometida para la organización de los Juegos y para culminar alguna de las instalaciones deportivas no les ha llegado, precisamente por la situación de interinidad del Gobierno, cuestión que podrá ser subsanada, en parte, en los presupuestos de 2017, si llegan a aprobarse. Pero el ridículo ya se ha producido y así se reconoce en Cataluña, con lo que hemos perdido parte de nuestro prestigio en la organización de eventos deportivos.
Seguramente, habrá quién piense que este daño colateral no es demasiado importante, comparado con los incumplimientos con la Unión Europea o la discusión pendiente con las pensiones de nuestro mayores dentro del Pacto de Toledo, pero, no cabe la menor duda, que este hecho, en el terreno deportivo, va a producir efectos negativos que iremos viendo a lo largo del tiempo.