El resultado electoral, tras las últimas elecciones, deparó la tremenda dificultad a la que hemos asistido para constituir un Gobierno después de diez meses de incertidumbres. Desde esta perspectiva, pareciera razonable con los acuerdos alcanzados, hacer factible una cierta gobernabilidad, pese a los exiguos 137 parlamentarios alcanzados por el PP allá por el mes de junio. Sin embargo, no ha habido ni un solo momento de tregua, ni siquiera de cortesía parlamentaria, lo que va a convertir a la Legislatura, iniciada formalmente esta semana con el discurso del Rey ante las Cortes (Congreso y Senado) en un verdadero calvario para Rajoy.
Nunca las mayorías absolutas pueden ser perversas si así lo ha querido el pueblo soberano en unas elecciones libres, pero la actual composición del Congreso de los Diputados, también deseo de los ciudadanos, no puede ser una excusa para el bloqueo del Gobierno. Diálogo sí, negociaciones también, tanto como sea necesario, pero no parece lógico que esa mayoría que alcanza la oposición tenga como objetivo gobernar desde el Parlamento, como se está planteando, y aquí también incluyo a Ciudadanos, comportamiento que este grupo también hace de un modo ostensible en aquellos Ayuntamientos en donde sus votos han sido decisivos para garantizar los distintos Gobiernos.
El aplazamiento en la aplicación de la LOMCE, la única Ley de Educación que un gobierno del PP había podido sacar adelante, pese a sus mayorías absolutas en distintas Legislaturas, ha sido el primer varapalo a Rajoy por parte de toda la oposición (también Ciudadanos), con lo cual no se ha podido dar el margen de tiempo necesario para ver las posibles bondades de su aplicación, en un país tan necesitado de tantas mejoras en el campo de la Educación, que, ahora mismo, nos coloca en clara desventaja con numerosos paises.
Pero este no ha sido el único contratiempo para Rajoy en estos días. Un tema menor, pero ciertamente simbólico, como la elección de los Presidentes de las distintas Comisiones Parlamentarias (especialmente la de Asuntos Exteriores para el exministro Jorge Fernández Díaz) ha sido otro ejemplo de la ruptura de una serie de consensos previos, que ahora la oposición rompe, especialmente grave en el caso del PSOE, como oposición mayoritaria que ha sido hasta hoy y que parece empezar a perder por la presión (a ellos) cada vez más asfixiante de Podemos. Y, como casi siempre, Ciudadanos haciendo el Don Tancredo.
Todo ello hace pensar que la Legislatura va a continuar por los mismos derroteros y que la oposición va a intentar derogar por esta vía todo el ordenamiento político alcanzado por el PP en la anterior, ojo, gracias al voto mayoritario que la ciudadanía le otorgó en 2011, y, por tanto, legítimamente en la toma de decisiones en el Congreso de los Diputados.
Al margen quedan los espectáculos de los antisistema, puesto de manifiesto en la inauguración de la Legislatura por el Rey. Es cierto que esas fuerzas políticas obtuvieron un número considerable de votos, pero dudo muy seriamente que esos más de cinco millones estén de acuerdo con tales comportamientos. En cualquiera de los casos, de seguir por estos cauces es fácil imaginar que la Legislatura es imposible que alcance su objetivo de durar tres o cuatro años.