Opinión

Himnos y Semana Santa

Rafael M. Martos | Jueves 13 de abril de 2017

[publicidad:866]

“Orden, religión y patria,

Sangre ibérica y fé cristiana,

[publicidad:866]

Rosario, misas y curas,

Cantos pueriles que amedrentan

[publicidad:866]

Vigilan conciencias y las atan.

Esta es la Iglesia de España”

[publicidad:866]

Sotanas (El Drogas)

[publicidad:866]

No me acerco a las procesiones de Semana Santa, pero las defiendo como elemento cultural, como expresión popular, y lo que no es poco en nuestros días, como dinamizador económico. Por eso, no siendo cristiano, no rechazo que las instituciones colaboren con las Cofradías como lo hacen con cualquier otra entidad, y más asumiendo ese papel al que aludía.

Vaya eso por delante para abundar en una cuestión que siempre me ha llamado la atención, y es la ausencia de la bandera andaluza en las procesiones, así como la no interpretación de nuestro himno. Ignoro si a día de hoy se mantiene así, pero he visto en redes sociales cómo en otros territorios andaluces había quien reclamaba ambas cosas, para que al menos hubiera paridad con el himno de español y su bandera en un evento tan enraizado en nuestra tierra.

[publicidad:866]

A mi, la verdad, no me preocupa mucho el tema, pero quizá sería bueno que alguien le recordara a la Iglesia que nuestro himno, el de los andaluces, tiene su origen en una oración que cantaban los jornaleros, el Santo Dios. Cuando Blas Infante pensó usarla como base para la composición, quiso hacerlo para que tuviera una esencia popular, que no fuera algo engolado como lo suelen ser otros. Bueno, el español, según ciertos estudiosos, está casi calcado de una nuba marroquí.

Quién iba a decirnos que a la Iglesia de España no le gusta el himno de Andalucía en sus procesiones. Tal vez sea porque también el Santo Dios, según se advirtió muchos años después por otros autores, tiene su origen en salmodias musulmanas, que probablemente latían en los corazones de aquellos desposeídos que pedían “tierra y libertad”.

[publicidad:866]

Algo similar ocurre con la bandera más antigua de Occidente, la que ondeó por primera vez en la Alcazaba de Almería con Almutasin, y hoy es la enseña de todos los andaluces.

Cuando se puso en marcha la creación de una bandera andaluza, hubo muchas propuestas, pero en casi todas había dos colores fundamentales, el verde y el blanco, y dos accesorios, el negro y el rojo. El blanco y el verde querían simbolizar “la paz y la esperanza”, el negro buscaba una aproximación al anarquismo y el rojo al comunismo, dos tendencias que rondaban a algunos de los promotores del llamado “andalucismo histórico”.

[publicidad:866]

Al final se optó por la simplificación del verde y el blanco, y mucho tiempo después, ya en la actual etapa democrática, en un congreso, se descubrió que la propuesta había partido de la descripción que hizo el visir Abu Asbag en un poema dedicado a su emir tras una batalla de al que regresó triunfante a tierras almerienses.

Por eso entiendo que no les guste que suene nuestro himno ni que salga nuestra bandera, por mucho que curas como Diamantino o el escolapio Enrique Iniesta los llevaran en el corazón y en las manos. Lo entiendo, porque en ellas ocupan lugar destacado junto a las sotanas y los novios de la muerte, los “aventureros de la política”, los “advenedizos que hacen de ella asiento de su cretina vanidad y base de su mezquino interés.” (Blas Infante).

[publicidad:866]

Por eso lo entiendo, y no me preocupa.


Noticias relacionadas