Joaquín Arnalte Fortes | Miércoles 21 de marzo de 2018
La actividad humana daña los sistemas vitales que dan estabilidad al Planeta, hasta el punto de haber generado una gran crisis ecológica y social sin precedentes, situándonos ante un cambio de época y orden mundial. De hecho el capitalismo depredador agota, día tras día, los flujos de energía y materias, desencadenando grandes amenazas como la pérdida de diversidad y el Cambio Climático.
No es casualidad ver cómo las políticas neoliberales sustituyen el Estado del Bienestar por la austeridad del subsidio, atacando derechos y libertades democráticas por medio del expolio y la consiguiente desigualdad social, a objeto de seguir concentrando capital ante la imposibilidad física de seguir creciendo ilimitadamente en un Planeta finito.
En esta misma dinámica, la intervención militar por el dominio de los recursos naturales y humanos, abre un nuevo escenario que amenaza la paz, desestabiliza terceros países y regiones, y estimula el ascenso de un regenerado fascismo y terrorismo internacional, como ocurre con el Estado Islámico y Oriente Medio.
Lejos quedan los tiempos de guerra fría surgidos de la 2ª Guerra Mundial, así como la posterior carrera armamentística desencadenada a raíz de la invasión de Afganistán por tropas soviéticas, cuestionando la hegemonía de los EE.UU. De aquellos polvos, estos lodos; una vez más, Europa -ahora alambrada- se ve envuelta en un nuevo reparto geopolítico y estratégico que nos compromete militarmente: ataques preventivos de la OTAN, acciones de fuerzas internacionales sin cobertura de una ONU muy denostada, misiones humanitarias de los ejércitos, etc. He aquí la razón del esfuerzo presupuestario de nuestro país que, en plena crisis económica, no para de aumentar el gasto militar para cumplir con los compromisos europeos y atlánticos; a la par que recorta drásticamente los presupuestos en servicios públicos: sanidad, educación, dependencia, pensiones, etc.
La importancia estratégica de Andalucía en este contexto queda manifiesta con el escudo antimisiles de la base de Rota, la conversión de la base de Morón en base operativa de Africom (Mando de las Fuerzas Americanas en África y el Mediterráneo); y, en particular en Almería con el aumento de la capacidad de la base militar de Viator, Álvarez de Sotodemayor, utilizada como escenario de maniobras de tropas internacionales, integrada en la Unidad de Muy Alta Disponibilidad de la OTAN, etc.
Ante este clima bélico y autoritario, armado hasta los dientes para mantener la paz y seguridad mundial frente al terrorismo, urge (como recoge la ONU) desarticular el militarismo como estrategia política, que tantos sufrimientos conlleva, consume recursos y produce serios impactos medioambientales.
El movimiento feminista internacional, como ha demostrado recientemente, abre la esperanza para afrontar el cambio de paradigma que se adivina en el horizonte, dejando, definitivamente, tras de sí la cultura de dominación, violencia y apropiación patriarcal ejercida contra las personas, naturaleza y bienes materiales.
Así pues, el S.XXI afronta una encrucijada: seguir instalados en la fantasía de mejora de las condiciones de vida que ofrece la “modernidad y el progreso capitalista” mientras caminamos hacia un abismo que se revela cada vez más profundo; o construir un Mundo en armonía con el resto de las especies, haciendo un uso justo, solidario, democrático y sostenible de los recursos, a fin de vivir en paz y legar un futuro que merezca la pena vivir.