Quién nos lo iba a de decir... Pedro Sánchez ¡no sale en la foto! El presidente decidió que España brille por su ausencia en el evento geopolítico del año: el funeral del Papa Francisco. Mientras medio planeta —desde Donald Trump a Volodímir Zelenski, pasando por Emmanuel Macron y Lula da Silva— se apiñaba en el Vaticano para despedir al pontífice más disruptivo del siglo XXI, nuestro presidente prefirió quedarse en casa. ¿Razones? Oficiales: cero. Especulaciones: infinitas, y todas más jugosas que el cónclave que nos espera.
El funeral fue una auténtica cumbre política: Trump y Zelenski charlando como viejos camaradas (aunque sea para discutir cómo parar una guerra), Macron posando como el buen europeo, y hasta Javier Milei luciendo su melena libertaria en primera fila para pedir perdon por exabruptos. Hasta Kim Jong-un habría enviado una corona de flores si no fuera porque, al parecer, Corea del Norte no estaba en la lista de invitados. Pero Sánchez, ese devoto de los selfis con su parroquia, brilló por su ausencia.
Y no, no fue por falta de avión. El hombre que viaja a Bruselas para tomar un café con Von der Leyen podría haber ido y vuelto a Roma en el Falcon antes del aperitivo. ¿Acaso temía que Felipe VI le robara el protagonismo? Es posible. El Rey, con sus gafas de sol de protocolo vaticano, ya cumplía el rol de jefe de Estado, pero en monarquías parlamentarias como Bélgica o Reino Unido, los primeros ministros sí acompañaron a sus reyes. España, en cambio, optó por el modo fantasma: Sánchez, el hombre que siempre está donde no se le espera, esta vez no estuvo donde sí se le esperaba.
Es cierto que no todos los líderes acudieron. Vladimir Putin —demandado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra— se quedó en Moscú enviando a un delegado. Benjamin Netanyahu, ocupado matando palestinos, mandó a su embajador (y eso que el sábado era shabbat, pero ni eso justifica perderse un evento así). Sánchez, sin embargo, no tiene una orden de arresto internacional... que sepamos ni andaba matando a nadie por muy "señor de la guerra" que califiquen desde Podemos y parte de Sumar. Su ausencia solo se explica por una de dos:
Opción A: Le aterra que Yolanda Díaz le caliente la cabeza con derechos laborales durante el vuelo.
Opción B: Prefiere no ser "uno más" en un evento donde hasta un expresidente ucraniano (Petro Poroshenko) logró colarse en las fotos.
Desde Moncloa insisten en que el protocolo exige que el Rey sea el representante máximo. Pero Sánchez, el mismo que convierte una visita a un centro de estudios en un mitin sobre "la España plural", no suele respetar manuales de etiqueta. ¿O acaso es que la distancia con la Casa Real —evidente desde el incidente Paiporta y el bochorno de Notre Dame— ha llegado a su punto de no retorno?.
Mientras Felipe VI estrechaba manos con medio mundo, Sánchez optó por el refrendo institucional low cost: enviar a sus vicepresidentas y al líder de la oposición, Feijóo, como si fuera un regalo de Reyes Magos para el Vaticano. "Al más alto nivel", dijo Bolaños, probablemente refiriéndose a que Felipe es un poco más alto que Pedro. En realidad es como decir que vas a la ópera y te quedas en el bar de la esquina escuchando Spotify.
Algunos teorizan que a Sánchez le duele no ser el protagonista absoluto. En el funeral, habría sido un líder más entre decenas, sin poder desplegar su sonrisa de "yo salvé la democracia" ni corear eslóganes sobre "dignidad". Prefiere reservarse para fotos con Scholz o Macron, donde al menos parecer que es alguien en Europa (que lo es, pero se luce más entre dos o tres que entre doscientos).
Pero la jugada tiene riesgos: Milei aprovechó para robar titulares llamando "cerdos" a los periodistas, Trump reactivó su papel de mediador en Ucrania, y Lula se paseó como el líder progresista global que Sánchez aspira a ser. Mientras, España... bueno, España tuvo que conformarse con que un cardenal mencionara a los inmigrantes, algo que nuestro presidente podría haber convertido en un thread de Twitter.
Las redes especulan con problemas personales, aunque Moncloa guarda silencio. ¿Acaso Begoña Gómez le prohibió ir para evitar otro viaje por lo de Air Europa? ¿Quizá entendió que haría noche en un Parador? ¿O había quedado con su hermano en Badajoz para buscar la Oficina de Artes Escénicas? ¿O es que Sánchez, en secreto, planea su propia encíclica política titulada "La España que no fue al funeral"? Quién sabe.
Si el Papa Francisco abogaba por los humildes, Sánchez ha tomado el mensaje al pie de la letra: humildemente, ha dejado que otros lideren.