Según la Ley 16/1985, un «Conjunto Histórico» es la agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento, continua o dispersa, condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana.
Antiguo no es igual que anticuado. La inmensa mayoría de las ciudades andaluzas son antiguas, pero no anticuadas. Son dos conceptos muy distintos, usados con mala intención, fundidos para, faltos de personalidad, de criterio, haya quienes llamar “anticuado” a la personalidad y la monumentalidad. Esos supuestos defensores una aún más supuesta modernidad reducen la valoración de las cosas según el tiempo en que han sido construidos, con la perniciosa pretensión de destruir la ciudad “antigua” e ir sustituyéndola por construcciones “modernas”. Porque para su simplismo esto último es bueno, aunque sea un cubo o cualquier construcción hecha a base de líneas rectas y lo “antiguo” es prescindible y hasta despreciable. Hay ciudades con personalidad acusada, las andaluzas son algunas de ellas, tanto las capitales de provincia como la inmensa mayoría de todas sus demás ciudades, pueblos y aldeas, por eso se han reflejado en muchos lugares hasta recibir atención de importancia desde el resto del mundo. Su actual retraso económico relativo, la ralentización de su crecimiento es debido al abandono a que llevan sometidas trescientos años, tanto por las autoridades estatales como autonómicas y municipales por celo, para impedir que pudiera romper los “esquemas patrios” y hacerse más importante que los centros de atención preferentes, como la “capi” y otras, y por la inacción consecuente de dirigentes estatales, locales y ahora también autonómicos.
La dejación de las autoridades locales en muchos casos ha sido especialmente lacerante en la destrucción parcial de su estructura urbana y su caserío, imbuídas de la falsa deducción de “modernización”, ignorantes voluntarios de que en una ciudad la antigüedad es un valor. En todo el mundo ciudades de distinto rango producen admiración por su nivel de conservación, mientras aquí cualquier caja de zapatos con ventanas es buena, sólo por ser moderna. En realidad “buena” para destruir la armonía del conjunto porque rompen su estructura al mezclarla.
Alejandría, Cracovia, El Cairo, Florencia, Marrakech, Praga, Venecia y otras muchas protegen su casco histórico. Aquí a cualquier visionario o especulador se le premia la mayor ruptura del estilo, en vez de armonizar el crecimiento llevando al exterior todas cuantas modernidades pudieran acrecentar el atractivo. Porque entremezclarlos no es procedimiento adecuado para que una ciudad guarde su estilo y acepte los recientes. Todo lo contrario, es negativo, la delimitación aclara, es una separación que permitiría seleccionar la visita incluso la preferencia por una u otra, sin encontrarse rupturas tan chocantes como, el caso de algunas ciudades monumentales andaluzas que han llegado a perder gran parte de su fisonomía, y ha convertido otras en lugares exentos de personalidad, faltos de un estilo propio, a base de sustituir edificios de valor histórico, por otros “muy modernos”, pero que, por su falta de personalidad y de creatividad, pueden verse en cualquier lugar del mundo.
Lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, lo agradable y lo desagradable, lo acogedor y lo insociable, no están condicionados por el tiempo. Menos aún debe prevalecer lo segundo sobre lo primero. Lo histórico sirve para disfrutar con su contemplación, y para aprender, porque la historia es una lección permanente. Una ciudad puede contener dos ambientes, pero no debe mezclarlos. Las formas simples de lo moderno, que en ocasiones pueden ser imaginativas, como ampliación que son pueden colocarse en las zonas de crecimiento de las ciudades. Insertarlas en su casco antiguo. Aún en el caso de tratarse de una construcción imaginativa, incluso de líneas atrevidas, con cierto atractivo, sólo pueden desfigurar el conjunto de la ciudad, sin embargo sí pueden ganar visibilidad en la zona nueva de la misma localidad.