Opinión

Los pucheros de Pedro Sánchez

(Foto: DALL·E ai art).
Rafael M. Martos | Viernes 13 de junio de 2025

Pedro Sánchez ha sacado la vajilla del perdón. Ayer, con cara compungida, haciendo pucheros, nos servía un nuevo plato: dice que lo siente, que no sabía nada, que va a encargar una auditoría externa y que reformará el PSOE desde dentro. La receta no es nueva. Ya la cocinó Mariano Rajoy cuando estalló el caso Bárcenas. Y, como entonces, lo único que huele aquí es a recalentado.

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Sánchez se lamenta ahora por haber confiado en Santos Cerdán, el mismo que aparece mencionado en un informe de la Unidad Central Operativa (UCO) por amaños en adjudicaciones públicas. Pero, ¿de verdad no sabía nada? ¿De verdad un presidente puede pasar años rodeado de Ábalos, de Koldo, de Cerdán… y no enterarse de nada? ¿Ni una sospecha, ni una alerta, ni una mala cara? ¡Pero si iban en el mismo coche, en el mítico Peugeot! O tiene muy mala vista o tiene una enorme cara porque le ayudaron en las primarias más de lo razonable.

Y claro, cuando uno repasa la historia reciente, el paralelismo es tan descarado que casi molesta. Rajoy nos decía que no tenía ni idea de lo que hacía Bárcenas. Ahora Sánchez nos dice que él tampoco sabía nada de lo que hacía su núcleo duro. En su momento, el PP también aseguró que era una conspiración contra ellos, pidió perdón, anunció auditorías internas y externas, y prometió “medidas ejemplares”. ¿Te suena? Sí, porque es exactamente el mismo discurso que ha dado hoy el PSOE. El mismo. Calcado. Hasta con las mismas palabras. Solo que ahora lo dice con voz pausada Pedro Sánchez, y lo acompañan sus fans aplaudiendo con fe ciega.

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Lo curioso —y lo triste— es que lo que en su día no fue aceptado por el PSOE como respuesta válida por parte del PP, ahora sí parece colar entre "la mayoría de la investidura" cuando el escándalo salpica a los suyos. Es todo más bochornoso cuando proviene de IU, de Junts, de ERC, de PNV, de Bildu, de... todos, incluso de Podemos, porque no está tampoco dispuesto a dejarle caer. Aquello de que “pedir perdón no es suficiente” lo decía el propio Pedro Sánchez. Que “en política hay que asumir responsabilidades” también lo decía él. Que “la ejemplaridad no puede esperar” era casi un mantra en sus discursos. Pero ahora, ¿qué tenemos? ¿Una dimisión? ¿Una moción de confianza? ¿Elecciones? Nada. Solo lágrimas de cocodrilo y más promesas de limpieza.

El problema no es solo que nos vendan humo. El problema es que ya lo hemos olido antes. Y sabemos que detrás no hay fuego purificador, sino las brasas de una cultura política que protege al amigo mientras pueda y lo sacrifica solo cuando arde demasiado. Y el canibalismo no es una opción rechazable para Sánchez.

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Pedro Sánchez no solo tuvo mala vista al confiar en Ábalos. También la tuvo al poner en su lugar a Santos Cerdán. Y antes la tuvo al subir a su coche de campaña a Koldo García. Si esa es su manera de elegir a su gente de máxima confianza, uno empieza a preguntarse si no habrá tenido la misma torpeza al elegir a más de un ministro. Porque si no sabe ver a los tramposos cuando los tiene al lado, ¿cómo va a detectar la corrupción cuando se esconde en la administración?

Hoy Pedro Sánchez lloró un poquito, pidió perdón y prometió regeneración. Pero no ha ofrecido ni una sola garantía real de que esto vaya a cambiar. Y lo peor es que lo hemos visto antes. Y sabemos cómo acaba esta película: con unos cuantos ceses, mucha retórica, ninguna asunción real de responsabilidad... y todo sigue igual.

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Los pucheros de Sánchez no convencen. Por que quienes se tiraron al cuello de Rajoy por mucho menos, hoy son incapaces de actuar, y ojo, que un puchero, cuando se deja mucho tiempo al fuego se quema... las dos manos. Puchero... pucherazo... papeletas... cortinilla... urna... Koldo... avales... Cerdán...