Opinión

Si yo fuera Pedro Sánchez…

(Foto: DALL·E ai art).
Isaac M. Hernández Álvarez | Lunes 16 de junio de 2025

Si yo fuera Pedro Sánchez, no dormiría tranquilo. Pero no por la oposición, ni por los pactos imposibles de la derecha con la ultraderecha. Dormiría inquieto porque sé que hay algo más importante que la Moncloa: el futuro del Partido Socialista. Su dignidad. Su credibilidad. Su capacidad de representar con legitimidad a millones de españoles que todavía creen, o quieren creer, que la política sirve para algo más que sobrevivir al siguiente telediario.

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Si yo fuera Pedro Sánchez, no permitiría que el legado político de generaciones de socialistas se viera arrastrado por la marea negra de un caso que, aunque muchos quieran reducir a “unos cuantos nombres”, tiene todos los ingredientes de una tormenta perfecta: familiares salpicados, antiguos ministros desbordados, hombres de confianza en entredicho, y una oposición encendida con gasolina mediática y electoral.

Si bien es cierto que falta que la justicia se pronuncie, que acuse finalmente y que se demuestre todo lo que se viene diciendo en un informe maldito, Santos Cerdán, Koldo, Ábalos, Leire, Begoña o el hermano del presidente, acaparan todas las noticias políticas y los titulares más crueles no descansan. Y no es solo los medios de derechas son quienes disparan. Las redacciones más escoradas a la izquierda ya publican también columnas con la palabra “regeneración” subrayada en un rojo que duele. En las cadenas de televisión el debate no es si hay fuego, sino cuánto daño puede hacer el humo que no para de salir. La calle lo nota. Los militantes también. ¿y lo local?… lo local se resiente.

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Porque si algo he aprendido como consultor político es que los errores de la cúpula siempre los paga la base. Cada alcalde, cada concejal, cada portavoz socialista en una provincia, región o en un pequeño municipio se enfrenta hoy a preguntas que no tienen respuesta sencilla. ¿Por qué el partido no actúa con más firmeza? ¿Por qué se aguanta lo inaguantable? ¿Por qué se antepone el cálculo a la ideología?

Si yo fuera Pedro Sánchez, sabría que el principal problema no es que la derecha me ataque: es que mi propio electorado empiece a desconectarse. Que mis votantes fieles bajen la cabeza. Que los jóvenes progresistas digan: “todos son iguales”. Que la decepción se convierta en abstención. Y por eso, si yo fuera Pedro Sánchez, haría algo que muy pocos están dispuestos a hacer en política: un gesto de generosidad. De responsabilidad. De verdad.

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Podría ser una convocatoria de elecciones generales anticipadas o una consulta como la cuestión de confianza. Podría ser dar un paso al lado. Podría ser abrir un proceso de renovación de un liderazgo político con mirada al futuro. No como derrota, sino como acto de amor al partido y a la democracia.

Presidente, no sé si leerás este artículo, pero déjame decirte que no se puede construir un proyecto ilusionante sobre escombros judiciales. El liderazgo no se lleva bien con la falta de fuerza y de confianza. Liderar es hacer mejores a los demás y eso en estos momentos es muy difícil. No me gusta usar la palabra imposible. Porque el PSOE no puede parecer rehén de nadie, ni siquiera de su líder. Y porque los próximos comicios regionales, provinciales y municipales necesitan libertad, no lastre.

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Es cierto que la alternativa que representa la derecha está desnuda de proyecto y vestida de palabras radicales, feas, desagradables. No basta con ser “menos peligroso” que la oposición. Hay que ser referente. Ejemplo. Motor de futuro. Y ahora mismo, el ruido lo impide. Se han hecho grandes cosas y ha habido aciertos y errores, de eso también va la política. Se equivoca quién hace cosas. Por todo eso también, si yo fuera Pedro Sánchez, sabría que la historia a veces premia a quien tiene el valor de hacerse a un lado en el momento justo. No por miedo. No por presión. Sino por visión. Un manual de resistencia también contempla la reflexión.

En muchas ocasiones retirarse a tiempo no es rendirse. Es evitar que lo que amamos se derrumbe con nosotros dentro. Muchos emperadores cayeron porque no supieron bajarse del trono antes de que el pueblo les retirara el suelo. Si yo fuera Pedro Sánchez, no me quedaría en la jaula del pedir perdón y en auditorías que nadie va a leer. Porque a veces liderar no es resistir, sino saber soltar. Porque hay días en que el bien del partido, del país y de la democracia exige más grandeza que poder.

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Pero como soy Isaac, solo puedo escribirlo. Y esperar que alguien, entre tanto ruido, todavía escuche.