Opinión

Ni Sánchez cree a Tezanos

(Foto: DALL·E ai art).
Rafael M. Martos | Jueves 19 de junio de 2025

Perdón por insistir, pero la última comparecencia de Pedro Sánchez merece unas cuantas líneas... más. Y no tanto por lo que dijo, que ya es bastante discutible, sino por lo que representa en términos políticos y mediáticos. La puesta en escena del presidente tras conocerse los detalles del informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil sobre el caso Koldo ha provocado un auténtico seísmo en el PSOE y, aunque desde Moncloa insistan en negarlo, también en el seno del propio Gobierno.

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La pregunta clave que le lanzaron los periodistas era simple: ¿se plantea una moción de confianza o un adelanto electoral? La respuesta, también. No. Pero no porque se aferre al poder, al escaño o al Falcon, sino porque —según él— su permanencia al frente del Ejecutivo es indispensable para que el “último gobierno progresista de Europa” no sucumba ante los embates de la derecha y la ultraderecha. Una justificación que suena más a relato que a realidad.

Y es que lo primero que le asalta a uno es la visión que tiene el presidente del sistema democrático. No convoca elecciones porque es consciente de que si lo hace, perdería, y por tanto, es mejor no hacerlo, mantenerse en el poder a pesar de esa convicción, la de estar donde se está en contra de la voluntad de la mayoría. Inaudito.

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Lo curioso es que, si nos atenemos a los datos del CIS que dirige José Félix Tezanos, Sánchez y su partido no tendrían de qué preocuparse. Según esas encuestas, cada vez que estalla un escándalo, lejos de pasar factura, la intención de voto del PSOE se dispara. Un fenómeno que, si fuera cierto, debería animar al presidente a convocar elecciones cuanto antes. Pero no. Las encuestas le dicen que gana, él mismo se presenta como el mejor presidente de la historia democrática de España, y sin embargo... ni se le pasa por la cabeza consultar a las urnas.

La contradicción no puede ser más evidente. Porque si uno está convencido de que es el mejor y los sondeos "indepentientes" (entiendo que el CIS es independiente ¿no?) le dan ventaja, lo lógico sería aprovechar el momento y reforzar su legitimidad con una mayoría sólida, en lugar de seguir gobernando en minoría y con una dependencia constante de socios parlamentarios que cada semana parecen más dispuestos a apuntillarle que a sostenerle.

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Quizá la explicación haya que buscarla en otra parte. En una desconfianza profunda que ni el propio Sánchez puede disimular. No ya hacia los ciudadanos, sino hacia los instrumentos que supuestamente le favorecen. Ni él se cree a Tezanos, aunque siga usándolo como escudo propagandístico.

Pero lo más llamativo de todo esto no es sólo lo que dice Sánchez, sino cuándo y cómo lo dice. Después de más de 45 días sin dar una sola rueda de prensa —una ausencia llamativa en medio de la mayor crisis reputacional del Gobierno desde la pandemia—, de repente se presenta ante los medios en dos comparecencias en menos de una semana. Un sprint comunicativo que no se veía desde los tiempos del confinamiento, cuando llegó a ofrecer una rueda de prensa diaria, rodeado de ministros y expertos, en una suerte de comparecencias maratonianas que luego, afortunadamente, fue dosificando.

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Eso sí, en esta ocasión, en su segunda intervención reciente, Sánchez decidió acortar preguntas porque, según confesó, eran ya las cinco de la tarde y no había comido. El hambre, parece, pudo más que la transparencia.

Esta forma tan irregular de tratar a los medios de comunicación no es nueva. Alterna periodos de absoluto silencio con fases de sobreexposición. Tan pronto desaparece como aparece maquillado hasta el exceso —algo ya habitual en sus comparecencias televisadas—, proyectando una imagen de seguridad impostada que contrasta con la fragilidad que deja entrever su discurso.

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Y es ahí donde el relato empieza a desmoronarse. Porque si uno está tan convencido de su fuerza, de su apoyo popular y de su superioridad política, no se esconde durante mes y medio ni acorta ruedas de prensa por una cuestión de estómago. Tampoco necesita aferrarse al maquillaje —ni literal ni institucional— para defender lo indefendible.

Mientras tanto, promete crear comisiones de investigación en el Congreso sobre el caso Koldo, ignorando que ya existe una activa en el Senado, esa que en su día calificó de innecesaria y partidista. Y, del mismo modo, desacreditó la propuesta del PP para investigar al propio Tezanos y su CIS... hasta que la presión de sus socios lo obligó a aceptarla.

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En definitiva, Pedro Sánchez vive atrapado en su propio relato. Uno en el que es el mejor presidente, al frente del mejor gobierno, con el mayor respaldo ciudadano. Pero que, paradójicamente, se niega a confirmar en las urnas. Y eso, más allá de la propaganda, lo dice todo.

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