Opinión

Un muro menos en Almería

Rafael M. Martos | Sábado 21 de junio de 2025

Por fin podemos afirmar que Almería está recuperando su vertiente marítima. La pasada semana se derribaron más de 90 m del muro en el Muelle de Levante del Puerto —un hito que se suma a los 200 m derribados por poniente este año—, eliminando barreras físicas, simbólicas y emocionales entre ciudad y mar.

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Este gesto, más que una simple intervención urbana, es una declaración de intenciones: Almería va a por todas. Se abre ese tramo de frente marítimo para favorecer una integración urbana urgente y necesaria, y se enmarca dentro de un proyecto que lleva ya más de dos años en marcha bajo la bandera de la “integración puerto‑ciudad”. La presidenta de la Autoridad Portuaria, Rosario Soto, y la alcaldesa, María del Mar Vázquez, lo han definido como un compromiso firme con los almerienses.

¿Por qué celebrar este derribo? Porque no es cualquier muro: eran 300 m en total, y este último tramo en Levante conecta directamente el Muelle de Levante con la explanada del Muelle de Ribera I, zonas que ahora empiezan a urbanizarse para ser entregadas a la ciudadanía antes de esta Navidad. Ocho millones de inversión inicial en dos primeras hectáreas que vendrán acompañadas de recuperación patrimonial, elementos de vanguardia arquitectónica y un paseo que refleje lo que somos: una ciudad abierta al mar.

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Este avance hay que verlo como más que ladrillos caídos. Es un primer paso que demuestra coordinación institucional entre APA, Ayuntamiento, Junta de Andalucía y Gobierno central. Y lo mejor es que llega tras décadas de hablar de la integración puerto‑ciudad sin apenas acciones visibles. Ahora sí, podemos verlo en color. El 23 de junio se presentará la fase principal del proyecto, cuyas gestiones —con apoyo de 15 M€ de la Junta— suponen que estamos arrancando por fin lo que muchos años han soñado.

Claro que habrá que estar atentos: este tipo de proyectos conllevan riesgos urbanísticos, debates colectivos y la tentación de que ciertos espacios pasen a manos privadas. Pero eso es precisamente lo que forma parte del juego democrático, debatir, vigilar, exigir. Si algo sabemos hoy es que no hay vuelta atrás. Ese muro que caía es la punta del iceberg de una visión que puede devolver al puerto su rol social, cultural y turístico.

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Porque al final, abrir ese frente no solo significa ver el mar: significa resignificar lo que somos como ciudad. Significa recuperar el pulso de nuestras aguas, de nuestras tradiciones, de nuestra vida junto al mar. Es un acto de justicia urbana esperando mucho más que vallas derribadas.

Sí, ha sido un primer paso. Pero sin exagerar: ha sido un paso rotundo. Así que enhorabuena, Almería. Toca seguir empujando: atentos al plan maestro, vigilantes ante los desarrollos y participativos en cada fase. Pero, sobre todo, listos para celebrar que este proyecto no es humo, es realidad. Y estamos en camino de convertir lo que era barrera fría en paseo cálido, lo que era reserva en espacio de encuentro. Y es solo el comienzo.