Opinión

Somos la memoria que tenemos

(Foto: DALL·E ai art).
María José Fernández López | Jueves 19 de junio de 2025

No somos iguales. En nada. No es lo mismo esa derecha que compite escarbando en el mismo hoyo que la ultraderecha y que siempre ha tapado sus casos de corrupción, a martillazos si ha hecho falta, que quien la persigue y la condena de manera contundente. Tampoco se parece en nada el que pide perdón frente al que mira para otro lado. Y eso ocurre a la vista de cualquiera, con total naturalidad en un mundo cuya prisa no se para a pensar.

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En ese ambiente, donde crece la peor de las tormentas para la democracia, no es difícil de entender que se confunda la parte con el todo. Especialmente, si la actualidad política o social se alumbra sesgada con noticias cuyos focos iluminan hacia unos u otros lugares y personas, a sabiendas de que la imparcialidad está escondida en lo más profundo de un rincón.

A pesar de todo, a sabiendas de todo, me aventuro a vaticinar un futuro en el que esconder lo social no toca, apremiar al embustero no será lo que se lleve, sacar a la luz lo oscuro no deba ser necesario…un futuro en el que la izquierda siga conformando proyectos ilusionantes, en la que el trabajo en equipo sea fruto de una memoria histórica a la que ya no sea necesario poner en valor y donde la sociedad quiera pintarse de colores a todas horas.

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Si el “y tú más” ha quedado obsoleto, si los debates no son tal, sino meros reproches bajo llave…si la política que mueve el mundo está muda, ¿qué nos queda? Urge despertar conciencias, urge volver al origen y saber de dónde venimos y hacía dónde queremos ir.

A la izquierda nos avala la lucha, las voces que no acallaron encarcelaciones, muertes o cunetas cubiertas de dolor. Nos sigue moviendo la convicción de que los derechos sociales merecen que la derecha se estrelle contra el muro infranqueable de las personas, aquellas que quieren y no pueden avanzar por sus políticas austeras, que son como un yugo encima de nuestras cabezas, pretendiendo que la cultura dé miedo y la educación, vértigo. Que la sanidad anide en territorios sin acceso o que la vivienda sea cosa únicamente de locos y pocos.

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En el corazón rojo de la izquierda existe mucho más que vergüenza por unas personas que, durante unas horas, enmudecieron nuestras siglas. Precisamente ahora, no cabe dejar que gane el oportunismo del Partido Popular, que busca el poder careciendo de la honradez necesaria para gobernar, dado su propio historial. Es tiempo de recordar a Saramago, de comprender aquello de que somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos.