¿Debemos llegar a la conclusión de que las mayorías no se equivocan, que tienen siempre razón? De ser así, ¿debemos dar por buenas las victorias en las urnas de Hitler? La de Maduro en Venezuela, la de Milei en Argentina, la de Trump en EEUU, la de los racistas de Sabino Arana en el País Vasco, la de los terroristas en municipios vascos, la de los delincuentes en pueblos y ciudades catalanas, la de Bukele en El Salvador, la de Moreno Bonilla en Andalucía, la de Gabriel Amat en Roquetas, y de la tantos otros dictadores, o no, a lo largo y ancho del mundo. No parece de recibo que se nos quiera vender que la mayoría no se equivoca cuando vota lo que quiere un sector de la sociedad, pero que lo hace cuando esa mayoría favorece al rival o contrario. ¿Creen ustedes que esa mayoría lograda en el parlamento por Sánchez no se equivoca, que busca nuestro bienestar?
Los ejemplos que nos ha ido dejado la historia, lo que nos demuestra es que los ciudadanos son influenciables, demasiado manipulables y que sus decisiones al final se han demostrado, en algunas ocasiones, que no beneficiaban los intereses de esa mayoría que votó una política en las urnas, lo que nos puede hacer pensar que no siempre las mayorías consiguen con sus votos la razón, que en algunas ocasiones las campañas de los políticos las llevan al error, más si cabe cuando esas mayoría se logran por pactos en los que unos pierden, caso nuestro, y otros ganas, Cataluña o País Vasco.
Cierto es que los políticos tienen una capacidad de engaño que raya la desvergüenza. Y durante la campaña en la que te piden el voto, no te cuentan toda la verdad de lo que piensan hacer si logran el poder. A veces, es más, niegan rotundamente, una y todas las veces que hagan falta, las cuestiones que más les puedan afectar. Los ciudadanos somos manipulables, cierto, pero los políticos no tienen vergüenza a la hora de engañar al votante, mentir en actos públicos, y especialmente en las entrevistas en los medios de comunicación.
Lo menos que se le puede llamar a un político es mentiroso, aranero, embustero, embaucador. Lo llevan a gala, a veces parece que disfrutan vendiendo un panorama que no van a cambiar, que ni siquiera piensan en cambiarlo. Se convierten en mentirosos profesionales, en carne de escenario, en divos a la hora de cantarnos la traviata. Y nosotros, que no aprenderemos nunca, los votamos convencidos de que buscan nuestro bienestar y el del país.
¿Nos equivocamos cuando lo hacemos? En parte no. El problema es que hemos sido engañados, nos han tomado el pelo, han cambiado el programa en cuanto nuestro voto ha caído en la urna, y cuando nos damos cuenta ya es tarde. Ya nos tienen cazados durante cuatro años. Si sabiendo lo que son capaces de hacer, si conociendo sus mentiras los volvemos a votar, si de nuevo les damos la mayoría, lo mismo hay que pensar que la culpa no es de ellos, que somos nosotros los responsables de la situación que estamos viviendo, que los políticos lo único que hacen es aprovecharse del personal que tienen delante.
¿De verdad la actual mayoría como la que está mandando en el congreso de los diputados busca el bienestar de España y de los españoles? ¿Están ustedes seguros de ello? Yo lo pongo en duda cada vez que se les oye hablar desde la tribuna de oradores. Pero ustedes son libres de pensar distinto. Lo importante sería seguir las palabras de Julio Anguita, al que no se le puede acusar de facha. Vote a los políticos por sus hechos, no por sus palabras. ¿Creen que Pedro, el falso, con sus hechos, está trabajando por el bien y el futuro de los españoles?