Hay espectáculos que se disfrutan; otros, que se celebran. Verano del 78 , el último musical de la compañía almeriense Aedea Teatro , pertenece con total merecimiento a este segundo grupo. Desde que se levanta el telón hasta el saludo final, el público no solo observa, sino que participa, vibra y se deja llevar por una propuesta escénica tan fresca como brillante, donde los recuerdos y las canciones de ABBA se transforman en un lenguaje común intergeneracional.
El espectáculo se estrenó con un doble pase el pasado 12 y 13 de julio en el Teatro Cervantes de Almería , colgando el cartel de “entradas agotadas” y recibiendo una calurosa ovación por parte del público. Dos noches en las que el emblemático teatro se convirtió en una pista de baile cargada de alegría, emoción y complicidad.
Inspirado en el fenómeno internacional Mamma Mia! , Verano del 78 no pretendo copiar fórmulas, sino rendir homenaje. Y lo hace desde la emoción y el respeto, sin renunciar al sello propio que caracteriza a Aedea Teatro: cercanía con el espectador, cuidado en los detalles y un reparto que transmite verdad, juventud y pasión escénica.
La trama —ligera, cercana y con toques de humor— sirve como pretexto perfecto para hilvanar grandes éxitos del grupo sueco, desde el inevitable “Dancing Queen” hasta himnos como “Mamma Mia”, “¡Gimme! Gimme! Gimme!” o “Waterloo”. Pero lo que realmente hace especial esta obra es su capacidad para convertir cada número musical en un momento colectivo, donde la historia personal se cruza con la memoria compartida de varias generaciones.
En el fragmento final que hemos podido presenciar, correspondiente al número de cierre y los saludos, se despliega toda la artillería emocional de la compañía: un elenco que canta y baila con entrega, una escenografía que juega con la luz y el color para envolver al espectador en un ambiente festivo, y una complicidad que traspasa las butacas. El vestuario, claramente inspirado en los años 70, brilla sin caer en el exceso, y aporta al conjunto una estética coherente y atractiva.
Uno de los mayores logros del montaje es la energía coral del reparto. No hay figuras que eclipsen, sino un conjunto sólido, afinado y empático que demuestra una excelente dirección artística y un trabajo grupal bien ensayado. Las coreografías —vivas, alegres y perfectamente sincronizadas— son otro de los puntos fuertes de la propuesta. La música, ejecutada con limpieza y ritmo, no solo acompaña: sostiene y potencia cada escena.
Aedea Teatro vuelve a firmar una obra que, sin necesidad de grandes efectos ni alardes técnicos, se gana el aplauso sincero del público por su honestidad, su vitalismo y su capacidad de hacer comunidad a través del teatro. En tiempos donde la cultura a veces parece correr contrarreloj, Verano del 78 se toma su tiempo para recordar que la felicidad también puede bailarse.
El espectáculo no solo funciona como producto teatral, sino como evento cultural con vocación de encuentro. Una pieza ideal para programaciones estivales, fiestas locales o campañas culturales que apuesten por una experiencia completa de música, emoción y participación.
Verano del 78 no es solo un tributo a la música de una época: es un regalo para quienes aún creen que el teatro puede ser una fiesta. Y Aedea Teatro, con este montaje, se consagra como una de las compañías amateur más importantes de nuestra provincia.