Opinión

Dos bulos sobre inmigración desmentidos

Rafael M. Martos | Sábado 02 de agosto de 2025

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En una sola mañana —de esas que prometen agobio parlamentario con calor institucional de por medio— el Gobierno andaluz ha tenido que salir dos veces a desmentir bulos sobre inmigración. No uno, dos. Y ambos servidos, cómo no, por Vox. Porque cuando se acaban los argumentos, siempre queda el comodín del inmigrante. Funciona como el ajo: sirve para todo, aunque a veces repita.

Una de esas preguntas, además, la formulaba Montserrat Domínguez, parlamentaria de Vox por Almería. Qué menos que aprovechar el dato para analizar el asunto con un poco más de detenimiento. Porque si algo debemos exigir al servicio público, es claridad. Y aquí, de claridad, hubo bastante… aunque no precisamente por parte de quien preguntaba.

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Domínguez lanzaba una acusación enrevesada —que es como decir “retorcida”, pero en fino—: según ella, la Junta de Andalucía estaría otorgando ayudas especiales a mujeres inmigrantes quitándoselas a las españolas. Así, tal cual. Como si las ayudas fueran una especie de bocadillo en el recreo, y la Junta se lo hubiera dado a la niña nueva de clase.

Pero entonces intervino el consejero de Justicia, José Antonio Nieto. Y se acabó el recreo. “Eso no solo no es verdad —le dijo—, es mentira”. Tal cual. Ni paños calientes ni eufemismos: mentira. El planteamiento de la parlamentaria almeriense, añadió, es “pura xenofobia” basada en que o no se ha leido la normativa, o si la ha leído le da igual con tal de intoxicar. Y es que los datos —esos grandes olvidados— son bastante simples: las ayudas se conceden a mujeres en situación de vulnerabilidad, con independencia de si tienen DNI español o pasaporte de Burkina Faso. La clave es la necesidad, no la nacionalidad. Cualquier otra interpretación… bueno, es eso, xenofobia con corbata.

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Es decir, Vox es muy libre de proponer que se nieguen las ayudas a las personas necesitadas si no son españolas, pero lo que no debe hacer es afirmar que se está privilegiando a los extranjeros.

Pero no contentos con una dosis de fake news matinal, Vox se fue a por la segunda ronda. En otra comisión, la consejera Loles López tuvo que poner orden ante otra diputada del mismo grupo, que cuestionaba los recursos destinados a menores extranjeros no acompañados (los famosos menas, término que Vox agita como quien blande un espantapájaros en plena vendimia). Esta vez el drama era que la Junta dedicaba dinero a la formación profesional de estos chicos. ¡Qué escándalo! ¡Darles comida y educación a menores que están en régimen de acogimiento!

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Lo primero que habría que recordar —porque se les olvida con una facilidad asombrosa— es que si España es, como ellos defienden, una nación, la solidaridad territorial debería ser una obligación moral. Es decir: si los menores migrantes llegan por Canarias, Ceuta o Melilla, no parece razonable que toda la carga recaiga sobre esos territorios. Habrá que echar una mano, ¿no? Aunque solo sea hasta que el Estado decida qué hacer con ellos. Pero no, para Vox eso es “derroche”. Aunque si fueran menores noruegos con trineo, ya sería otro cantar.

La consejera fue clara también: los recursos del sistema de acogida se destinan a todos los menores, sean españoles o extranjeros. No hay privilegios, no hay discriminación. Y los programas de formación para los que alcanzan la mayoría de edad dentro del sistema también son para todos. Los que quieran, los aprovechan. Y los que no, pues no.

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Probablemente, la razón por la que una parte mayoritaria de los jóvenes que sí se acogen a esta formación son inmigrantes es porque no quieren salir del sistema sin herramientas para buscarse la vida de forma honrada. Y entonces uno se pregunta, y con razón: ¿por qué muchos de los jóvenes españoles que están en ese mismo sistema no aprovechan igual esas oportunidades? A lo mejor la pregunta incómoda no es por qué se ayuda a los de fuera, sino por qué hay jóvenes de aquí que no quieren ser ayudados. Pero claro, eso no da votos.

En definitiva, en una sola mañana, la Junta de Andalucía ha tenido que vacunar dos veces contra el virus de la mentira, el bulo y la intoxicación política. Un virus persistente, pegajoso, que entra por la boca y se extiende por redes sociales como si fueran pulmones llenos de humo. Y lo preocupante es que, aunque las instituciones administren antibióticos de datos y cordura, el racismo y la xenofobia tienen una resistencia bacteriana preocupante.

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Quizá el problema no es tanto lo que dice Vox, sino lo cómodos que nos hemos vuelto algunos escuchándoles. Porque si la mentira cuela, es porque alguien quiere creerla.

Y lo grave es que esto no es un debate político. Es una cuestión de salud democrática.