Estoy con mis pensamientos fresquitos como una cervecita bien fría en la playa de San José. Y es que, mientras me tumbaba en la toalla, no podía dejar de pensar en un dato que me ha dejado un poco… ¡cieguita! Resulta que un 30% de las personas con miopía se ven limitadas en sus actividades veraniegas por culpa de las gafas o lentillas. Y si hablamos de los jóvenes, esa cifra sube al 40%. Así que aquí estoy yo, con mis gafas de sol (que son más bien un accesorio de moda) y mis lentillas, reflexionando sobre cómo este pequeño problema visual puede arruinar nuestra experiencia estival.
Recuerdo una anécdota de hace unos años. Estábamos en la playa de Los Genoveses, disfrutando del sol y del mar. Mi amigo Miguel, que es tan miope como yo, decidió hacer un chapuzón sin sus lentillas. La escena fue épica: él nadando felizmente hasta que se dio cuenta de que no veía nada. Al final tuvo que salir del agua a tientas, buscando su toalla como si fuera un tesoro escondido. Mientras tanto, nosotros nos reíamos a carcajadas porque parecía un pez fuera del agua… ¡literalmente!
La verdad es que el verano debería ser sinónimo de libertad y diversión. Pero para muchos miopes como nosotros, la realidad es otra. Ir a la playa se convierte en una odisea: primero está el dilema de qué hacer con las gafas al meterte al agua (¿las dejo en la toalla o me arriesgo a perderlas?), luego está el tema del cloro en las piscinas o la sal del mar que irritan los ojos… ¡y ni hablar de la arena! Esa maldita arena que parece tener vida propia y siempre encuentra la forma de meterse donde no debe.
Y aquí viene otro dato interesante: el 72% de los miopes afirma tener dificultades para disfrutar plenamente del baño debido a esta visión borrosa. Y no es solo cuestión estética; es una cuestión práctica. Quiero decir, ¿quién quiere estar preocupado por si le entra arena en los ojos cuando deberías estar disfrutando del sonido de las olas?
En fin, este verano he decidido tomar cartas en el asunto. He estado investigando sobre opciones como la cirugía refractiva (sí, esa que te deja ver sin gafas ni lentillas). Aunque tengo mis dudas y miedos al respecto, lo cierto es que no quiero perderme ni un segundo más mirando el horizonte borroso mientras todos disfrutan del atardecer en Cabo de Gata.
Así que aquí va mi consejo para todos los míopes: ¡no dejéis que las gafas os frenen! Si tenéis la oportunidad de probar lentillas o incluso plantearos una solución más permanente como la cirugía, hacedlo. La vida es demasiado corta para perderse esos momentos mágicos frente al mar.
Así que este verano prometo disfrutar cada instante sin preocuparme por si veo claro o no. Porque al final, lo importante no es solo ver bien; lo importante es sentir y vivir cada momento intensamente. ¡Nos vemos en la playa!