Opinión

Teletrabajo

Aixa Almagro | Sábado 06 de septiembre de 2025

Aquí estoy de nuevo, con mi café con leche y un bizcocho de la abuela, lista para darle al teclado. Hoy quiero hablar de algo que nos toca a muchos: el teletrabajo. Que sí, que es la modernidad, la flexibilidad, la panacea de la conciliación... o eso nos vendieron.

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Mi prima Rocío, que vive en Madrid y trabaja para una multinacional de esas que suenan a ciencia ficción, no para de contármelo. Al principio, en la pandemia, era todo risas: "¡Desde casa, sin atascos, con las zapatillas de estar por casa!". Yo, que le pedí un favor a mi padre y me puso una mesa con un tablón y dos caballetes en la terraza de casa, la miraba con envidia. ¡Y eso que mi oficina tiene unas vistas a la Alcazaba que ya las quisiera el mismísimo rey!

Pero la cosa ha ido cambiando. Ahora la escucho y no es lo mismo. Me dice que la raya que separa el trabajo de la vida personal se ha vuelto invisible. Me cuenta que a las ocho de la tarde le entra una llamada y contesta, que se salta la hora de la comida por terminar un informe, y que a veces se siente tan sola que le da por hablar con el microondas. Y lo entiendo perfectamente. Un abrazo de un compañero, un chiste en el pasillo, un "vámonos a tomar un café" son cosas que no se pueden sustituir por una pantalla.

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Porque el teletrabajo tiene mucho de bueno, no lo voy a negar. Yo misma, si tengo una visita médica o mi sobrino Pablo se pone malo, puedo adelantar o atrasar mi horario. Esas cosas son una maravilla, un respiro para la cabeza. Pero, ¿a qué precio?

Hace poco leí un estudio que decía que la gente que teletrabaja se siente más sola y le cuesta más desconectar. El 21% de los trabajadores en España dice que ha notado un bajón en su bienestar psicológico. Me lo imagino y me da un pellizco en el corazón. Es como si el ordenador se hubiera comido a la persona, como si la tecnología nos diera algo con una mano y nos quitara la salud mental con la otra.

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Y es que no somos máquinas. Somos de Almería, de pueblo, de ver a la gente en el Paseo, de tomar cañas en la Calle de las Tiendas. Necesitamos el calor humano, el roce, el sol en la cara.

El teletrabajo es una herramienta, no un fin. Hay que saber usarla para que no se convierta en una jaula de oro. ¿Y tú, qué opinas? ¿Te sientes más libre o más solo trabajando desde casa?