Opinión

Cuando la innovación se hace tradición

Rafael M. Martos | Martes 26 de agosto de 2025

El sol de agosto, ese sol de justicia tan almeriense, no solo anuncia gazpachos y tardes de playa, sino también la llegada de la Feria. Y con la Feria, puntual como el catavino en el mediodía, llega el debate eterno: ¿Tradición o Innovación?

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En nuestra provincia, y en concreto en nuestra capital, la semana grande es mucho más que luces y cacharricos. Es la postal de una Almería que se mira a sí misma en el espejo de sus costumbres. Sin embargo, año tras año, emergen voces que, con la mejor de las intenciones (y una pizca de nostalgia a veces desmedida), levantan la bandera de un purismo inquebrantable. Hablamos de esos colectivos que nos recuerdan machaconamente que la Feria "debería ser más tradicional".

Se les escucha reclamar la indumentaria "correcta", el formato "original" de los actos o, como ha sucedido este año, poner el grito en el cielo por el traslado de la lectura del Pregón. Mover el solemne inicio de la Plaza de la Constitución, nuestra remodelada Plaza Vieja, al bullicio y modernidad de la portada iluminada del Recinto Ferial, ha sido la chispa que ha prendido la pólvora de la controversia.

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El primer año que la gente se vistió de una determinada manera, o el primer año que un acto se hizo en un lugar concreto, no había ninguna tradición detrás. Había cambio, adaptación, y una necesidad de hacer las cosas de otra forma para mejorar o crecer. En una Almería que no para de transformarse, que amplía su horizonte más allá de los límites antiguos, la Feria, como reflejo de la ciudad, debe tener la misma capacidad de mutación.

Si la costumbre marcaba que el pregonero se dirigiera a la gente desde el balcón del Ayuntamiento, en el corazón institucional de la ciudad, hoy esa misma necesidad de adaptación puede justificar que el pistoletazo de salida se dé en una tarima a pie de portada, el punto neurálgico de la fiesta y el ocio de los almerienses en agosto. La tradición no es una fotografía estática; es una película que sigue rodándose.

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La evolución no es un capricho; es una necesidad. Pensemos en lo que pasaría si nos hubiéramos anclado a lo "tradicional" de hace un siglo. Nuestra Feria seguiría siendo, probablemente, una fiesta minúscula, casi un festejo local en el Paseo Nicolás Salmerón, apenas una sombra para una capital que ha crecido de forma exponencial, convirtiéndose en un motor económico y social de la Comunidad Autónoma de Andalucía y un referente para el Estado español en su sector primario.

La clave no reside en la inmovilidad, sino en el criterio. El cambio debe buscar la mejora. Si el traslado del Pregón al Recinto Ferial amplía el aforo, acerca la celebración al grueso de los ciudadanos que acuden al Real, y dinamiza el comienzo de las fiestas, entonces es una innovación positiva que, con el tiempo, se consolidará como la nueva tradición. Será la forma en la que las futuras generaciones de almerienses conciban el inicio de su Feria.

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Y por supuesto, si existen costumbres que se han quedado obsoletas, que no aportan valor o que simplemente no encajan con la Almería del siglo XXI, ¿por qué aferrarse a ellas? Dejar que ciertas tradiciones pasen al olvido no es una falta de respeto al pasado, sino un acto de responsabilidad con el futuro.

La Feria es de todos. Es ese punto de encuentro donde el pasado y el futuro de nuestra provincia se dan la mano. Pero, seamos honestos, la mano que nos interesa que siga avanzando es la que mira hacia el mañana. Demos la bienvenida al cambio, siempre que sirva para mejorar la fiesta y hacerla más grande, más inclusiva y más nuestra. Lo demás, es ruido. Y el ruido, en Feria, debe ser el de los cohetes y la música, no el de las quejas por una ubicación.

El argumento de estos nostálgicos se basa en el peso de la tradición. Y es aquí donde la perspectiva se vuelve curiosa, casi paradójica. Porque quienes blanden la palabra "tradición" con más fervor, a menudo olvidan un detalle fundamental, un axioma histórico incontestable: toda tradición fue, en su momento, una innovación.