Opinión

Cervantes de Amenábar

Angel Rodríguez Fernández | Martes 16 de septiembre de 2025

La que se forma con cualquier cosa, que si la tarjeta roja de Huijsen, que si el Cervantes de Amenábar, que si las novias de Yamal… Cualquier cosa sirve para enfadarnos, para dejar de hablarnos, para sectorizarnos un poco más. De forma consciente, he obviado las afrentas políticas. Ante este tipo de polémica, que antes animaba y formaba, ahora acabamos estigmatizados y cancelados, en el mejor de los casos.

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De las polémicas mencionadas, me decanto por la de la película “El Cautivo”. Hermosa, magnífica, y por lo visto, además, irreverente. Boyero dice que no tiene alma, historiadores que dicen que no es fiel, y Tejero avisa que al que se meta con Amenábar le da un bofetón. Este sábado fui a comprobar de qué cojeaba la película, y me percaté de que exhibía una salud envidiable. Nos entretiene de principio a fin, hermosa y poética, es una apología del arte de contar historias, llena de fetiches, de miradas, de actos de amor y pasión. El alma no desaparece ni un instante de la pantalla.

En algunas ocasiones es el cuento “Las mil y una noches”, donde la propia vida depende del acierto en contar un relato. De esto tendrían que aprender los asesores presidenciales. En otras, es la película “Silencio” de Scorsese que recrea la época del imperio japonés en la que subyuga al cristianismo, reduciéndolo a eso, a un silencio constante para poderse mantener, si no vivo, sí latente.

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En la película hay relaciones sadomasoquistas, homosexualidades impuestas a la vez que complacientes, compañerismo, lealtad, deslealtad, delaciones, compromisos a muerte... "El Cautivo" tiene dos pasiones: la literatura como el arte de contar historias, y Cervantes como el artista, el líder y el amante.

Amenábar se rodea de un contexto histórico y encaja en él perfectamente su ficción, la complementa y la viste de una historia de amor totalmente creíble. Luego está la Historia como extensión de un relato que puede que guste al espectador y es entonces cuando encontrará en los historiadores y en los documentales su lugar. Pero Amenábar o en su caso Pérez Reverte no son historiadores, son encantadores escritores que han puesto a sus personajes en medio de un momento de nuestra historia.

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Qué bonito que la lectura del “Lazarillo de Tormes” te salve, no metafóricamente sino que su risa te salve de la tortura y el cadalso, y no digo más. No quisiera convertirme en un destripaterrones fílmico.