Opinión

PP: Sáhara y Palestina

Rafael M. Martos | Miércoles 17 de septiembre de 2025

Hay silencios que atruenan y perfiles que, de tan bajos, se confunden con el suelo que pisan. Un partido que aspira a gobernar el Estado español, como lo es el Partido Popular, no puede permitirse el lujo de la ambigüedad en asuntos de una gravedad moral y geopolítica tan profunda como la masacre en Palestina y el abandono del pueblo saharaui. Los ciudadanos, también los de esta provincia de Almería, merecen saber qué encontrarán al otro lado de la puerta de la Moncloa. Y, por ahora, lo que hay es un enorme interrogante.

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Empecemos por Palestina. Hemos oído alto y claro, como debe ser, la condena rotunda del Partido Popular al brutal atentado terrorista de Hamás. Es una posición justa e intachable. El problema no está en lo que dicen, sino en lo que callan. No hemos escuchado al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ni a sus principales dirigentes, lamentar con la misma contundencia la crueldad sistemática con la que el gobierno extremista de Benjamín Netanyahu está aniquilando al pueblo palestino en la Franja de Gaza.

Se habla de las "acciones" de Israel pero no se usan términos como "inadmisibles" o "atrocidades", y mucho menos "genocidio", o "exterminio" o algo menos contundente como "masacre" (tan grave es que "masacre" es una palabra suave). Mientras organismos internacionales, la ONU, expertos en derecho internacional e incluso voces judías antisionistas alertan de un genocidio en curso, el PP parece más ocupado en cuestionar la contabilidad del dolor. Ponen en duda las cifras de víctimas, como si hubiera un número aceptable de niños asesinados a partir del cual la barbarie deja de ser justificable.

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Seamos serios. Los ataques de Hamás dejaron más de un millar de víctimas, un acto terrorista execrable. La respuesta del Estado de Israel ha provocado ya decenas de miles de muertos, la inmensa mayoría civiles inocentes. No hace falta un listado con nombres y apellidos; basta con ver las imágenes satelitales de una Gaza convertida en escombros para comprender que, cuando arrasas una ciudad entera, el resultado es una matanza de miles y miles de almas. ¿Cuántos muertos más hacen falta para que la conmoción del PP sea, al menos, equiparable?

Nos dicen que defender la causa palestina es hacerle el juego a Hamás. Es una trampa intelectual tan burda que insulta a la inteligencia. Siguiendo esa lógica perversa, cuando este mismo Partido Popular condenaba los crímenes de los GAL, ¿estaba acaso apoyando el terrorismo de ETA? Evidentemente, no. Se puede y se debe condenar el terrorismo de Hamás y, al mismo tiempo, denunciar el terrorismo de Estado que practica el gobierno de Israel. Ponerse de perfil aquí no es prudencia; es complicidad.

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Y si la postura en Palestina es un silencio a media voz, la del Sáhara Occidental es una calculada contradicción. Es cierto que el PSOE, desde Felipe González hasta la consumación de la traición con Pedro Sánchez, tiene una deuda histórica con el pueblo saharaui. Pero, ¿cuál es la alternativa real que ofrece el PP?

En el Parlamento, los populares critican el giro pro-marroquí de Sánchez y defienden en sus proposiciones no de ley un retorno a la neutralidad y a las resoluciones de la ONU que amparan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Suena bien sobre el papel. Sin embargo, los hechos desmienten la firmeza de esa convicción.

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Recordemos el escándalo que montó la derecha española, con el PP a la cabeza, cuando el Estado acogió por razones humanitarias al presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, Brahim Ghali, para ser atendido médicamente. ¿Qué delito había cometido Ghali? ¿Acaso el Frente Polisario es una organización terrorista? Lo trataron como a un enemigo público, al líder del mismo pueblo cuyos derechos dicen defender en el Congreso. Es una esquizofrenia política difícil de sostener, porque si algo actuará de salvaguarda de la españolidad de Ceuta y Melilla, y reducirá la inmigración irregular a Canarias, es un Sáhara libre.

Su oposición a la política de Sánchez sobre el Sáhara parece más una herramienta de desgaste contra el gobierno que un compromiso genuino y profundo con la legalidad internacional y la justicia histórica. Se oponen, sí, ¿pero qué harían ellos? ¿Qué acciones concretas emprenderían en los foros internacionales para revertir la situación? No lo sabemos. Es otro perfil bajo, otra ambigüedad calculada.

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En definitiva, tanto en Palestina como en el Sáhara, el Partido Popular evita una postura clara y valiente. Son dos conflictos donde el Estado español, por historia y por decencia, tiene una implicación ineludible. No se puede aspirar a dirigir este Estado desde la evasiva permanente. No necesitamos un gobierno que se limite a señalar los errores del anterior, sino uno que nos diga, sin miedo y sin medias tintas, de qué lado de la historia piensa estar.