Opinión

Solo 50 euros

Rafael M. Martos | Viernes 19 de septiembre de 2025

Arranca septiembre y con él, esa cuesta de inicio de curso que para muchas familias de nuestra provincia se hace más empinada que la subida a Sierra Alhamilla en bicicleta y con el plato grande metido. Es tiempo de forrar libros, de comprar bolígrafos que se perderán a la segunda semana y de ese desembolso inicial que nos recuerda que la educación, aunque un derecho, tiene un precio de mercado. Y a veces, un precio que clama al cielo.

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Paseando por una librería de Almería, mis ojos se toparon con el libro de texto de Lengua y Literatura para segundo de Bachillerato. El precio, marcado con la frialdad de los números que no entienden de economías familiares, rondaba los 50 euros. Cincuenta. Euros. Por un solo libro. Y la primera pregunta que me asaltó, cargada de una ironía que rozaba la indignación, fue: ¿sólo eso?

Detengámonos un momento en la lógica, o la falta de ella, que sostiene semejante cifra. Hablamos de un manual cuyo contenido, seamos sinceros, varía lo mismo que el paisaje de Tabernas de un año para otro: muy poco. Las oraciones subordinadas siguen siendo las mismas, Garcilaso no ha escrito nuevos sonetos y el análisis sintáctico no ha sufrido una revolución copernicana este verano. Con leves retoques estéticos, algún cambio en una ilustración o la reorganización de un epígrafe, la editorial nos presenta como novedad lo que en esencia es un refrito, como decimos en la profesión.

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Pero lo más sangrante no es la falta de innovación, sino el modelo de negocio. Este libro no compite en un mercado abierto. Es un producto de compra obligatoria. Desde el momento en que los departamentos didácticos de los institutos lo eligen, la editorial ya sabe que tiene garantizada la venta de miles y miles de ejemplares. No necesita vallas publicitarias, ni presentaciones con canapés, ni campañas de marketing en redes sociales. Su clientela es cautiva. Un negocio redondo.

Y aquí es donde la comparación se vuelve odiosa, pero imprescindible. El último libro de Arturo Pérez-Reverte, un bestseller de un autor consagrado que, legítimamente, gana mucho dinero con su pluma, cuesta en su edición de tapa dura unos 22 euros. El último de Dan Brown no llega a esa cifra. Los de Jöel Dicker rondan entre los 10 y los 14 euros. Los Carmen Mola menos de 15 euros. Los de Gómez-Jurado igual. Es decir, menos de la mitad. Pensemos en todo lo que implica esa novela: es una creación original, fruto de meses o años de trabajo; detrás hay una fuerte inversión en promoción, publicidad y distribución para convencer al lector de que la compre. El autor se lleva su porcentaje, la librería el suyo, la distribuidora otro tanto, la editorial su parte, y todos asumen el riesgo de que la obra no funcione, aunque por lo general en estos casos, todos ganan, y mucho.

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Entonces, ¿cómo es posible que un producto de riesgo cero, con costes de creación y promoción infinitamente menores, duplique y triplique en precio a una novedad literaria? La pregunta no es retórica, es una denuncia. No tiene ninguna razón de ser, más allá de exprimir el bolsillo de las familias que no tienen más opción que pasar por el aro.

Menos mal, y hay que decirlo alto y claro, que en medio de este despropósito emerge el sentido común y la empatía de los profesores. Esa inmensa mayoría de docentes de nuestra provincia que, además de profesionales, son padres y madres y saben perfectamente lo que cuesta llenar la mochila de sus hijos. Son ellos los que, curso tras curso, tienen el detalle de animar a los alumnos a buscar ejemplares de segunda mano, a vender los suyos cuando acaben o, incluso, a compartir un mismo libro entre varios compañeros. Son consejos que nacen de la sensatez y que suponen un alivio económico para muchos, un parche necesario ante una herida que el mercado editorial ahonda sin pudor.

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Pero no deberíamos depender de la buena voluntad de los docentes para mitigar un abuso. Es inaudito, simplemente inaudito, que un libro de texto obligatorio, con ventas garantizadas y contenido reciclado, pueda costar 50 euros mientras un bestseller recién salido del horno no llega a los 25. Algo no funciona bien en un sistema que permite que el acceso a una herramienta educativa fundamental se convierta en un negocio tan descaradamente lucrativo para unos pocos a costa del esfuerzo de todos.