Opinión

La poesía de Bunbury

Aixa Almagro | Domingo 26 de octubre de 2025

¡Qué notición para los amantes de las letras y las melodías que nos pellizcan el corazón! Y sí, me refiero a Enrique Bunbury, que ha vuelto a la carga con su tercer poemario, Los suaves deslices de la lluvia (Editorial Cántico). Y yo, que tengo una estantería llena de libros y vinilos y de vez en cuando le doy al scroll para ver qué pelis se han rodado por mi tierra, me alegro muchísimo de que un artista de su talla siga explorando territorios creativos.

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Me parece fascinante cómo un rock star de su calibre, que ha llenado estadios y ha puesto banda sonora a varias generaciones, se desnude de esa forma en un poemario. Es la prueba de que el arte, el bueno, no entiende de formatos ni de escenarios. Toca donde tiene que tocar: en la fibra.

Este nuevo libro, que ya lo tenemos en las librerías, es una especie de continuación natural de sus obras anteriores, Exilio Topanga y MicroDosis. Y ojo, que el prólogo lo firma Luis Alberto de Cuenca, ¡ahí es nada! Un Premio Reina Sofía de Poesía, que es como tener a un Premio Goya avalando tu cortometraje. Solo eso ya le da un peso tremendo.

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Pero lo que de verdad me ha llegado al alma es la temática. La editorial dice que Bunbury construye una "elegía contemporánea" que trata el duelo y los rituales funerarios, centrándose en el viaje interior que ha vivido tras la muerte de su padre el año pasado.

Mira, esto me toca de cerca. Mi abuela, que es la matriarca de la familia en Almería y una señora de una fortaleza que ya quisiera el Muelle de Levante, siempre me dice que "las penas, cuando se cuentan, pesan la mitad". Y un poemario es eso: un lugar para contar la pena, para transformarla en algo bello, aunque duela. Es su manera de honrar a su padre, de procesar esa ausencia que, a veces, parece que se lleva un pedazo de nuestro propio sol.

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Que un artista, tan expuesto, comparta una experiencia tan íntima y universal como es el duelo, es un acto de generosidad tremendo. Nos recuerda que, más allá de la fama y los focos, todos somos humanos lidiando con lo mismo. Y si él, a través de sus versos, nos da una linterna para alumbrar nuestro propio camino en la tristeza, pues ¡bienvenida sea la lluvia de sus palabras!