El sentido de mis letras...
Entender nuestra actualidad es algo que no consigo con la lectura de las columnas de opinión de nuestros periódicos o en los innumerables programas de política en la televisión, y es a cuando uno le entran ganas de volver a su biblioteca personal si tuviera tiempo y buscar las enseñanzas de los que vivieron momentos parecidos a los nuestros. Intento también recordar lo que hemos aprendido de la generación de nuestros padres y de nuestras propias vivencias. Estamos desorientados, y esta palabra encierra muchas ideas : una posible es que orientarse, que es la tarea del capitán de barco y de su piloto, tiene un objetivo, que es saber llegar a donde se quiere llegar. Son muchos los que intentan convencernos de cuál debe ser el puerto de llegada. Muchos políticos quizás lo saben, pero sufren una carencia : no se atreven a contarlo, y son los periodistas los que creen que lo hacen, aunque sea repitiendo palabras y conceptos desgastados y sin valor. El círculo entre ellos se cierra cuando, no nos engañemos, el periodista «de opinión» no tiene ninguna idea, pero el político se cree lo que dicen los periodistas. Orientarse en los últimos 50 años ha sido para poetas e intelectuales otra cosa, ha sido adorar modelos lejanos, y me viene a la cabeza uno de los fundadores del Foro de Ermua en contra de ETA, que escribió el siguiente verso : «hay que ir a China para orientarse un poco». Posteriormente, periodistas especializados en literatura de viajes nos explican que viajar y escribir son en cierto modo una misma cosa : “estar solo y estar libre, no deberte a nadie salvo a tu suerte y a tu coraje”, y por eso, después, afirman que “hay que ir a China para desorientarse”. Y vamos más allá cuando periodistas especializados dicen que “China va hacia un vacío del espíritu, porque en las calles ves miles de Ferraris”. Yo me acuerdo cuando leí al gran José Ortega y Gasset describiendo nuestra enfermedad como pueblo y como nación : «No sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa: el hombre de hoy está desorientado con respecto a sí mismo. Tal es siempre la sensación vital que se apodera del hombre en las crisis históricas». He leído a autores estudiosos de las dos guerras mundiales que explicaron los sucesos que llevaron a las naciones europeas a la guerra y sus consecuencias, y que denunciaron la “alianza entre la prensa y la guerra”. Eran autores que no entendían que las firmas de renombre pusieran sus plumas al servicio de las patrias y no de las personas, y recomendaron a los grandes periódicos el método efectivo de utilizar siempre dos columnas antagónicas, de forma que en el mismo número y una junto a la otra, los lectores pudieran comparar las razones opuestas posibles ante las realidades sobre las que se discrepaba. El periodista ideal era, para ellos quien gozaba de independencia ideológica o partidista. Estos autores olfateaban tempranamente la escalada bélica, algo que como ahora, sabía cómo iba a terminar. Dos realidades veo ahora que repiten la historia : los partidos socialistas apoyando los presupuestos de guerra, y el belicismo que había que evitar especialmente en Alemania, y es que la paz no es el fruto esperable de la guerra, sino la venganza, y la humanidad con los perdedores sólo retrasa, pero no impide la devolución de las humillaciones, especialmente en el corazón de los pueblos. Hoy no leemos a ningún verdadero pacifista, porque parece que se desea la guerra para imponer unos valores de los que se carece. No se entiende en nuestra Europa que los valores de otros pueblos merecen el mismo respeto, y que son los pueblos los que viven los cambios o los rechazan. ¡Cómo no recordar a nuestro Alfonso XIII, que merced a la neutralidad de nuestro país en la Primera Guerra Mundial creó en el Palacio Real una oficina para atender las solicitudes de ayuda que llegaban de familiares de soldados de los distintos países que luchaban en los frentes! Dirigiendo la Oficina estuvo el secretario particular del Rey, y contó con la colaboración de hasta cuarenta personas, entre voluntarios y personal de su Casa Real.