Opinión

Gasto militar

Rafael M. Martos | Martes 21 de octubre de 2025

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La aritmética, dicen, es una ciencia exacta. Sin embargo, en la geopolítica de la Alianza Atlántica, las cifras parecen manipularse a capricho, especialmente cuando Donald Trump se coloca al micrófono. La reciente embestida del expresidente estadounidense contra el Estado español, amenazando con aranceles individualizados y sugiriendo la expulsión de la OTAN, se basa en la quimera de un gasto en Defensa del 5% del Producto Interior Bruto (PIB). Lo curioso no es solo lo desmedido de la cifra, sino la absoluta falta de rigor del emisor al observar sus propias cuentas.

Los datos que la propia OTAN hizo públicos, referidos a 2024, arrojan una realidad muy distinta a la que predica el líder republicano. De entrada, ningún país miembro alcanza el 5%. Más significativo aún: entre 2014 y 2024, mientras prácticamente todos los aliados han incrementado su inversión, el único que ha decidido pisar el freno y reducir su gasto en Defensa en porcentaje del PIB ha sido, precisamente, Estados Unidos. La primera potencia ha pasado de destinar el 3,71% de su PIB en 2014 a un estimado del 3,34% en 2024.

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España, por su parte, aunque lejos de los mínimos pactados, ha seguido la tendencia alcista del resto de socios. Ha subido del 0,92% del PIB en 2014 al 1,29% en 2024. No es suficiente, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es plenamente consciente del compromiso adquirido, aunque su habilidad para firmar una cosa y dilatar su cumplimiento sea una marca de la casa, a menudo por la compleja aritmética parlamentaria con sus socios.

La disparidad en el gasto no es casual. La inversión en Defensa se rige por la anticipación al riesgo, y eso explica por qué hay dos países que hoy superan a EE. UU. en términos relativos. Polonia encabeza la tabla, pasando del 1,88% al 4,12%, seguida de cerca por Estonia, del 1,93% al 3,43%. Les siguen Letonia (3,15%) y Lituania (2,85%). La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania en su frontera no es un riesgo teórico, sino una amenaza existencial que justifica cada euro. El Estado español, con una geografía muy distinta, no tiene esa misma urgencia geopolítica, aunque sí la obligación de cumplir lo pactado.

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La clave de este enfrentamiento, sin embargo, no está en el PIB, sino en la irritación personal. Lo que Trump no perdona es la insubordinación. Sus críticas son el pretexto para castigar a un Gobierno que ha osado contradecirle en temas sensibles. España ha mantenido una posición firme de condena al genocidio en Gaza, chocando con la postura de Washington, y ha mantenido lazos con regímenes como China o Venezuela, a través de figuras como Sánchez y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, algo inaceptable para el republicano.

El acoso de Trump, que llevó al actual secretario general de la OTAN, Mark Rutte, a darle la razón en parte de sus críticas —si bien la Comisión Europea salió en defensa de España—, busca doblegar la voluntad del presidente Sánchez. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha intentado desvincular los ataques de la realidad, abriendo la puerta a superar el 2% en el futuro. La presión, en realidad, solo sirve para dejar en evidencia una cosa: la exigencia del 5% es solo la máscara tras la cual se esconde un conflicto de carácter. El gran inversor mundial en Defensa se ha convertido en el único que recorta, pero se siente con la autoridad moral de castigar a quien no cumple sus estándares, en un claro ejercicio de doble vara.