Opinión

Carla Bruni

Juan Torrijos Arribas | Jueves 23 de octubre de 2025

No les voy a negar que sentí algo de envidia cuando me enteré que la guapa Carla se casaba con un francés de nombre Nicolás Sarkozy. La imaginaba cantándole dulces baladas de amor en las noches estrelladas, su voz hablando de sentimientos, de amores y deseos. Y que quieren que les diga, sentía envidia. Carla es una mujer alta y delgada como su madre, morena con la que no interesa ir a robar higos, pero oírla cantar es un placer, o por lo menos era en aquellos años en los que andaba de primera dama del país vecino por el norte. Hoy Carla debe estar preocupada, el martes la veíamos en las pantallas de todas las televisiones del planeta, cogida de la mano de su Nicolás, recorriendo libres los últimos metros antes de entrar en la cárcel, con un rostro en el que se dejaba ver la tristeza de una mujer enamorada al despedir a su esposo, ese al que le cantaba canciones de amor y resistencia.

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Cinco años es la condena impuesta por la justicia francesa. Y, ojo, nadie se ha movido en Francia. En el diecisiete Nicolás se defendió como hace ahora el Psoe ante las investigaciones llevadas a cabo sobre el partido sanchista y la familia del presidente. Los jueces están a favor de la extrema derecha, la prensa solo quiere hundir a este gobierno y a mi persona. Pero el trabajo de la justicia francesa ha seguido su camino y el final lo veíamos el pasado martes, un expresidente francés entraba en prisión, ante el dolor de Carla Bruni, y es de imaginar que ante la satisfacción de todos aquellos que creen que la justicia debe ser para todos por igual. Y que el que la hace la tiene que pagar. Estamos convenidos de que Nicolás saldrá en unos meses del Acebuche donde entraba hace un par de días, pero la sentencia, la imagen y el ejemplo está ahí para el futuro de la sociedad francesa.

En España estamos viviendo una situación, salvando las distancias por ahora, ya veremos lo que se vaya conociendo en días, semanas o meses, en las que el partido del presidente puede tener alguna connotación con la financiación irregular de la que fue acusado el francés. Al vecino fue Libia quien la pagaba la campaña, se dice, aquí no se sabe de dónde provenían las bolsas que entraban en Ferraz, pero que entraban está demostrado por las declaraciones de testigos que las reportaban. En estos dos días a un viejo refrán se le ha dado alas con las que volar en tertulias de radio y televisión: “Si ves las barbas de tu vecino rapar, echa las tuyas a remojar”.

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Mientras el refrán volaba por las ondas, todos los pensamientos cabalgaban hacia el mismo nombre, el mismo presidente, el mismo palacio. En Francia han tenido que esperar muchos años, pero a Sarkozy le ha llegado su Sanmartín. ¿Qué puede ocurrir en ese país que vive al sur de Francia?