Opinión

Día de Todos los Santos y día de los difuntos

Rafael Leopoldo Aguilera | Miércoles 29 de octubre de 2025

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La Iglesia Católica celebra el 1 de noviembre la solemnidad de Todos los Santos y el día 2 reza con unción a los fieles difuntos.

El 1 de noviembre miramos hacia el cielo. Es el día en el que se homenajea a todos los santos y santas, conocidos y desconocidos. A los que están en los altares y a tantos y tantos cristianos que después de una vida según el Evangelio participan en la plenitud eterna. Son nuestros intercesores y nuestros modelos de vida cristiana. «La santidad es el rostro más bello de la Iglesia» escribió el papa Francisco en «Gaudete et exsultate», su exhortación apostólica sobre la llamada a la santidad en el mundo actual.

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El Papa Francisco nos recordó que esta llamada va dirigida a cada uno de nosotros. El Señor se dirige también a ti, a todos nosotros: «Sed santos, porque yo soy santo». El 1 de noviembre recordamos a cada uno de los que dijeron sí a esta llamada. Un año más celebraremos la festividad litúrgica de Todos los Santos, ocasión para recordar a quienes nos han precedido y ya gozan de la bienaventuranza eterna y a la vez llamada personal porque todos estamos convocados a la plenitud del Amor de Dios.

El día 2 de noviembre rezaremos por todos los fieles difuntos. Las Hermandades y Cofradías en sus sedes canónicas han procedido a cubrir de negro ruan a las imágenes sagradas de María Santísima en sus advocaciones marianas de penitencia o de gloria y de color púrpura a las imágenes cristíferas para recordar con silencio este día tan especial a todos los hermanos – cofrades y fieles difuntos que se durmieron en el sueño real de la esperanza y nos precedieron en el gran misterio de la fe y nos dejaron su legado espiritual.

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Cada vez que celebramos la Santa Misa, en el momento de la plegaria eucarística, después de la consagración, la Iglesia en su oración manifiesta una realidad profunda: celebramos la eucaristía en comunión no solo con la Iglesia extendida por toda la tierra, sino también con la Iglesia triunfante del cielo –los santos, a los que pedimos que intercedan por nosotros– y con aquellos cristianos, hermanos nuestros que habiendo dejado ya este mundo, puedan necesitar de purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Por ellos pedimos y ofrecemos en sufragio el don más grande que tenemos: la Eucaristía.

El esplendor de la luz que envuelve a los santos es señal de verdadera gloria. De los grandes de la tierra, guerreros, políticos, artistas, literatos, gentes de la ciencia, podemos repetir las palabras del poeta cristiano Alessandro Manzoni “ ¿Fue verdadera gloria?. Un poco de fama, un coro de alabanzas, a lo mejor, un monumento; pero ellos están, donde están. La memoria de ellos se perdió con los sonidos”.

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En cambio, los santos están con Dios, viviendo en la luz eterna del Señor: “Brillarán los justos, nos dice la Sagrada Escritura, como el correr de las estrellas en el firmamento. Juzgarán a las naciones y dominarán sobre los pueblos”. (Sab.3,7)

Los santos son el triunfo de la gracia redentora de Cristo sobre los hombros, como así lo harán los hombres de trono o costaleros el próximo día 8 de noviembre, desde la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario Coronada de Roquetas de Mar, Almería, con el Santísimo Cristo en Su Divina Misericordia, del insigne imaginero Luis Álvarez Duarte, en su XXV aniversario de la bendición; porque los santos son estímulo en la lucha que hemos de mantener a lo largo del camino de la vida hasta la llegada la bienaventuranza eterna; son, además, poderosos intercesores y defensores del género humano, de las personas, como todos nosotros.

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Y esta sucinta referencia para quienes acompañarán al devoto y fervoroso Cristo en su Divina Misericordia por el casco histórico de la ciudad llevando un mensaje a todos Bienaventurados y acompañado la bella efigie pasionista de costaleros, cofrades y fieles, sabiendo que la santidad está al alcance de todos, que la santidad no es espectacular y que la santidad está hecha de pequeñas cosas.

Finalizo, los santos y las santas son nuestras guías, nuestros modelos, nuestros hermanos, y nos dice san Pablo: “Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo”.

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¡Ánimo y Adelante! como dice nuestro Obispo diocesano, Monseñor Antonio Gómez Cantero, arriba, pues, los ojos, los corazones y las voluntades. Nunca olvidemos que existimos para cosas más altas y que nuestro caminar ha de estar siempre encaminado hacia el cielo, nuestra definitiva y gloriosa morada. Hermanos es posible la esperanza. Paz y Bien.