Opinión

Mazón dimisión

Rafael M. Martos | Martes 04 de noviembre de 2025

El destino, a veces, tiene un sentido del humor macabro. O, al menos, un oído excepcional para la rima. Cuando la calle corea un eslogan, y ese eslogan se adhiere al cargo como la pez al zapato, es que la política ha transitado del debate a la consigna. En la Comunidad Valenciana, durante meses, el clamor ha sido tan simple como sonoro: "Mazón, dimisión". Un eco que resonó con especial fuerza en el funeral de Estado por las víctimas de la DANA, la tragedia que hace un año costó la vida a 229 personas en la provincia de Valencia.

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Ese funeral, celebrado en el Palau de les Arts y les Ciències, fue el punto de inflexión donde el actual presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, se encontró solo. Literalmente. El grito de "El President a Picassent" —en alusión a la prisión valenciana—, agitado por la oposición y el dolor de las familias, ha sido el telón de fondo de una dimisión que, al final, llega tarde y, sobre todo, llega mal.

El argumento más persistente para la dimisión de Mazón no es, como algunos podrían pensar, una cuestión de vidas salvadas. Es probable que, en medio de la virulencia de la riada del pasado 29 de octubre, su presencia en el Centro de Coordinación de Emergencias (CECOP) no hubiera revertido la pérdida de vidas. El problema de Mazón fue precisamente no estar donde la responsabilidad institucional exigía.

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El primer error fue la negligencia de la agenda. Mientras la catástrofe se desencadenaba, el máximo responsable de la Comunidad Autónoma se encontraba manteniendo una agenda social, incluyendo una larguísima comida de prácticamente cinco horas con una periodista. Unas horas cruciales que, más allá de la operatividad, requerían el liderazgo simbólico al frente de la crisis. Suspenderlo todo y ponerse al mando era un imperativo moral más que técnico.

El segundo, y más grave si cabe, fue la mentira sostenida. La cronología de su paradero y su incorporación al CECOP fue mutando de forma radical. Primero, la negativa a decir dónde estaba. Luego, la reticencia a nombrar a su acompañante. Finalmente, los cambios en la hora de su llegada al centro de crisis. El discurso presidencialista se sostuvo en una falacia insostenible: que el público, los periodistas y los valencianos carecían de memoria o capacidad para cotejar la verdad. El ninguneo a la inteligencia colectiva es, en sí mismo, un motivo suficiente para la dimisión. Mazón debía haber dimitido por el daño a la confianza institucional, no por el destino que le negaba la posibilidad de estar en un lugar concreto.

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El colmo de este desenlace es el discurso de la renuncia, ofrecido este lunes. La justificación de Mazón ha sido un ejercicio de egocentrismo político disfrazado de piedad filial. Dimite, según sus palabras, porque a su madre le ha apenado profundamente la barbaridad de gritos e insultos que recibió en el funeral de Estado.

"Dimito porque mi madre sufre"

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Esta es la lectura que queda. Dimite por el dolor de una persona, por muy cercana que sea, pero no dimite por las 229 familias que siguen sufriendo la pérdida de un ser querido. Se entiende la empatía filial, pero la sensibilidad de un presidente debe ser multidireccional. La aparente falta de empatía real hacia el dolor de las víctimas y su instrumentalización de la renuncia lo dibujan como un político que, ante todo, solo piensa en salvar su propio cuello.

El perfil de Mazón es el de un político de miras cortas, centrado en el cierre de sus propios asuntos. Basta con recordar el pacto de gobierno que firmó con Vox en la Comunidad Valenciana, semanas antes de las Elecciones Generales del 23 de julio. Este movimiento, rápido y sin contemplaciones, incluyó a la formación de extrema derecha en el gobierno autonómico.

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Este acuerdo se interpretó como una zancadilla al entonces candidato a la presidencia del Gobierno de España, Alberto Núñez Feijóo, también presidente del Partido Popular. La alianza inmediata con Vox, y su inclusión en el ejecutivo valenciano, desmovilizó a parte del electorado de centro, que no quería un gobierno con la ultraderecha. Unos pocos votos más habrían bastado para que la abstención de Vox hubiese sido suficiente para llevar a Feijóo la presidencia, evitando el actual gobierno liderado por Pedro Sánchez. Mazón antepuso su coto autonómico a la estrategia estatal. Le dio igual.

Y esa misma desidia por lo esencial se ha visto en el tema de los presupuestos. Pese a que el proyecto de Presupuestos de la Generalitat Valenciana para 2024 incluía partidas para la reconstrucción tras la DANA —con una ejecución que ha sido cuestionada por lenta e insuficiente—, la posición de Vox en la negociación ha sido llamativa. El exsocio de gobierno no se ha preocupado por presentar enmiendas o propuestas de modificación en clave de reconstrucción. Su foco han sido las exigencias ideológicas, que Mazón aceptó para garantizar la aprobación de sus cuentas y, con ello, su permanencia. A Vox no le importaba la reconstrucción, sino el rédito ideológico, y Mazón se lo concedió porque creía que con el presupuesto aprobado aguantaría la presión.

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Finalmente, el momento elegido para la dimisión ha sido la rúbrica de su nefasto mandato. Mazón dimite este lunes, justo el día en que el Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, se sienta en el banquillo por revelación de secretos, y en un contexto de filtración del informe de la UCO sobre el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres. La coincidencia en la agenda judicial del Partido Socialista (PSOE) no puede ser casualidad. Podría haber dimitido antes del funeral, evitando la polémica sobre su asistencia; o después, buscando un día de calma. Pero no. El cálculo ha sido, una vez más, el de servir de pararrayos.

El expresidente Mazón no solo ha demostrado una falta de ética y sensibilidad, sino también un instinto político que, lejos de ser sagaz, parece trabajar de forma coordinada con la oposición, ya sea Vox o el PSOE. Un evento más en el currículum de un dirigente al que, en la Comunidad Valenciana, se le recordará por la rima fácil y la oportunidad de altura perdida.