Opinión

Cuando Almería sea Nueva York... o Londres

Rafael M. Martos | Viernes 07 de noviembre de 2025

El eco de la victoria de Zohran Mamdani en Nueva York resuena con una cadencia particular en la provincia de Almería, una de las zonas de España que más claramente refleja la globalización en su demografía. La elección del primer alcalde musulmán de la Gran Manzana nos obliga a hacer una pregunta de profunda relevancia local: si los ciudadanos almerienses estamos preparados para que este fenómeno de normalización —el que un vecino de origen diverso lidere un ayuntamiento— se manifieste en nuestra tierra.

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La respuesta es que no solo es posible, sino que es una consecuencia lógica de la madurez del sistema democrático.

La fe religiosa o el origen étnico de un líder político son detalles irrelevantes frente a su capacidad de gestión y su programa. Los ejemplos de la madurez occidental se multiplican, desmontando la retórica de la inflamación identitaria que algunos buscan insuflar. Pensemos en Sadiq Khan, musulmán de origen paquistaní, que no solo se mantiene como alcalde de Londres desde 2016, sino que fue reelegido recientemente, demostrando que su religión no eclipsa su agenda sobre transporte y seguridad. Esta tendencia va más allá: el laborista Humza Yousaf, también de origen paquistaní, llegó a ser el Primer Ministro de Escocia en 2023, y en el Benelux, figuras como Ahmed Marcouch, el alcalde musulmán de Arnhem en Países Bajos, abogan firmemente por la integración en los valores democráticos.

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Todos estos casos, que incluyen a figuras de origen asiático, árabe y africano, reafirman que la clave de su elección no reside en el credo, sino en la urna, donde el votante evalúa las propuestas concretas sobre sanidad, educación o la crisis del coste de la vida. Incluso más cerca de nuestra realidad, la Ciudad Autónoma de Melilla, en el Estado de España, ya tuvo un precedente con Mustafa Aberchán como presidente autonómico en 1999, un cargo al que accedió por vía electoral y pactada, demostrando que las instituciones acogen a sus ciudadanos sin distinción de fe, respetando el marco constitucional.

También se tenía miedo a que votara todo el mundo, a que lo hiciesen las mujeres, se temía la que podía liarse si un negro presidía los EEUU, o si una mujer gobernaba un país musulmán como Pakistán... hubo sorpresa cuando un gitano llegó a diputado en España, o cuando algunos empezaron a ser concejales.

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La provincia de Almería, en el seno de la Comunidad Autónoma de Andalucía, es un claro ejemplo de tejido multicultural. El censo local revela una realidad ineludible: es una de las provincias españolas con mayor porcentaje de población de origen extranjero. Municipios de gran peso demográfico y económico, especialmente aquellos ligados al sector agrícola o a la actividad turística, presentan una alta concentración de residentes de origen foráneo.

Hablamos de localidades como Níjar, El Ejido, Roquetas de Mar o Vícar, donde la población de origen magrebí (principalmente marroquí, muchos de ellos musulmanes) es muy significativa. A esta realidad se suman las comunidades de origen rumano, británico y de otras procedencias.

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En este contexto, la pregunta de si "estamos preparados" para que un alcalde o alcaldesa español pero de origen extranjero o hijo de padres extranjeros, o específicamente musulmán, lidere un ayuntamiento almeriense es, de hecho, la pregunta equivocada. La cuestión de fondo es que lo anómalo es que a estas alturas municipios como los mencionados no tengan concejales españoles de origen inmigrante (ellos o sus padres). Un tercio o un cuarto de la población no puede estar permanentemente desvinculada de "la cosa pública". Que no participen no es aceptable porque refleja que las comunidades viven unas de espaldas a otras, y eso no es bueno.

El día en que un vecino, ya sea de origen marroquí, rumano o británico, que haya obtenido la nacionalidad española (un requisito indispensable para la plena elegibilidad), se convierta en líder de un partido municipal y consiga una propuesta de gobierno que seduzca a la mayoría de los votantes de su municipio, ese día habrá un alcalde o alcaldesa de origen diverso. No será por una cuota o una imposición externa, sino por una simple y estricta suma aritmética de votos. Y solo a los totalitarios da miedo la democracia.

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La madurez democrática de la provincia de Almería no se mide en el origen de sus líderes, sino en la tranquilidad con la que se acepta el resultado de las urnas. La política local debe centrarse en los problemas de la agricultura, el agua, la sanidad y el desarrollo, no en la fe o la procedencia de quien empuña el bastón de mando.

El futuro, en el que la diversidad es un valor y la normalidad la única respuesta sensata, ya está en Nueva York y Londres, y es solo cuestión de tiempo que se manifieste de forma natural en los ayuntamientos de la provincia de Almería.