Opinión

La otra estafa piramidal de las pensiones

Rafael M. Martos | Viernes 26 de diciembre de 2025

Parece que en el Estado español se ha instalado una máxima curiosa: el esfuerzo es un concepto "vintage". El Consejo de Ministros, con la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, a la cabeza, ha decidido que la lógica matemática y la justicia contributiva son dos estorbos para la foto del progreso. El anuncio de la revalorización de las pensiones para 2026 es, en esencia, un mensaje nítido para cualquier trabajador de la provincia de Almería: si usted madruga y cotiza, es usted un romántico del siglo pasado.

La hoja de ruta es fascinante por su capacidad para dinamitar el incentivo. Mientras las pensiones contributivas —esas que se pagan con el sudor de décadas en el invernadero o la oficina— subirán un 2,7% acorde al IPC, las no contributivas, de carácter asistencial, pegarán un salto del 11,4%. Las mínimas, por su parte, escalarán un 7%. La solidaridad es un valor noble, por supuesto, pero cuando la diferencia entre haber trabajado cuarenta años y no haberlo hecho se estrecha tanto, lo que tenemos no es un sistema de bienestar, sino una invitación formal a la economía sumergida.

Hagamos números, que en Almería sabemos lo que cuesta ganar un euro. Una pareja en la que ambos perciban una pensión no contributiva se plantará en unos 1.200 euros mensuales sin haber aportado un céntimo al sistema. En cambio, si en un matrimonio solo uno ha cotizado y percibe la mínima con cónyuge a cargo, se mueven en una horquilla de entre 900 y 1.000 euros. Es decir, el Estado premia con más renta al hogar donde nadie cotizó que al que sostuvo el sistema. Es la justicia poética del BOE: cuanto menos pones, más proporcionalidad recibes.

Si un trabajador almeriense medio decidiera que no le interesa este contrato leonino con la Seguridad Social y pudiera ahorrar esos aproximadamente 4.000 euros anuales que se van en cuotas (tirando por lo bajo en autónomos o bases mínimas), al final de una vida laboral de 40 años tendría en el banco 160.000 euros. Eso sin contar intereses, solo debajo del colchón. Con ese capital, la dependencia de la voluntad política de turno para llegar a fin de mes se desvanece. Pero claro, el Estado prefiere que usted sea un cliente cautivo.

Este fenómeno de la "proximidad absoluta" ya lo vemos en el mercado laboral. El salario más frecuente en el Estado apenas supera en un 3% al Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Estamos aplanando la pirámide por arriba y por abajo hasta que solo quede una llanura de subsistencia. No hay incentivo para promocionar, para asumir responsabilidades o para cotizar por bases superiores si el resultado final va a ser prácticamente idéntico al de quien no lo hizo.

El coste de esta fiesta de revalorizaciones se estima en 12.610 millones de euros adicionales. El gasto en pensiones ya escala al 13% del PIB y la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) advierte que llegaremos al 16% en 2050. Es una bola de nieve que rueda por la ladera de la demografía y que en provincias con una edad media creciente solo puede terminar de una forma.

Al final, el mensaje del Gobierno es que la meritocracia es una falta de respeto hacia la estadística. Si usted sigue empeñado en cotizar religiosamente para que el día de mañana su pensión valga casi lo mismo que la de quien decidió no hacerlo, felicidades: es usted el último filántropo de Almería. El resto, viendo cómo se las gasta el Estado, empezará a echar cuentas de si no sale más a cuenta vivir del aire y de la asistencia, porque trabajar, lo que se dice trabajar para el futuro, empieza a ser un negocio ruinoso.