Opinión

Un espejo para Vox y Podemos

Rafael M. Martos | Lunes 29 de diciembre de 2025

Hay que reconocerle al 15-M una capacidad de fecundación política que ni el más optimista de los sociólogos de guardia supo prever. De aquella Puerta del Sol, donde unos pedían pan y otros simplemente pedían atención, brotaron dos criaturas que, a día de hoy, parecen empeñadas en demostrar que los extremos no solo se tocan, sino que comparten el mismo ADN de manual de autoayuda para revolucionarios de salón. Unos nacieron para rentabilizar el descontento y los otros como reacción alérgica a los primeros; pero al final, tanto Podemos como Vox son hijos del mismo ruido.

Resulta enternecedor observar cómo Santiago Abascal y, en su día, Pablo Iglesias (hoy reconvertido en locutor de su propia nostalgia), han seguido trayectorias tan miméticas que parecen haber compartido el mismo consultor de marketing. Ambos se presentan como la némesis de las "élites", aunque uno viva en un chalet en Galapagar y el otro solo haya vivido de los despachos de las instituciones de ese Estado que dice querer adelgazar hasta la anorexia. Y es curioso, Iglesias está contra las élites, pero bien que las élites venezolana o cubana le parecían estupendas, y Abascal también contra las élites, pero con Trump u Orban, está a muerte, y eso me lleva a otra semejanza, ambos partidos han recibido dinero de Estados extranjeros en sus orígenes, y no tanto.

El comportamiento "antisistema" de ambas formaciones es, cuando menos, curioso. Se manifiesta especialmente en esa alergia compartida a los eventos institucionales. Si para los herederos de la formación morada asistir al 12 de octubre o al Día de la Constitución era un trauma de conciencia, para la cúpula de Vox estos actos se han convertido en el escenario perfecto para el desplante o la teatralización de una supuesta superioridad moral. Si unos son abiertamente republicanos, los otros afean al Jefe del Estado (o sea, al Rey) no implicarse en los asuntos de Estado convocando a los militares a una nueva cruzada como la del 36, y si unos usan la tricolor, los cachorros de los otros eliminan el escudo de la rojigualda, o tapan la corona del mismo.

Al final, tan antisistema es quien quiere dinamitar la Constitución por un flanco como por el otro, el que se empeña no acatar el Estado autonómico y querer imponer la recentralización, como el que aboga por el reconocimiento plurinacional y el derecho a la independencia.

Pero donde el parecido se vuelve casi sospechoso es en la gestión de sus propias "purgas". En Podemos, la lista de cadáveres políticos que Pablo Iglesias dejó en la cuneta es más larga que la cola del paro: de Íñigo Errejón a Sergio Pascual, pasando Bescansa, por Monedero, y por cualquiera que osara mirar al líder con un matiz en los ojos. En Vox, el proceso de "depuración de sangre" ha sido igual de higiénico. Lo que empezó con la salida de Macarena Olona —que pasó de ser la "leona" a una paria— ha continuado con el ostracismo de figuras como Iván Espinosa de los Monteros o el reciente desplazamiento de Javier Ortega Smith, relegado a un papel secundario frente al ala más dura y hermética que hoy controla el partido. En ambas casas, el que se mueve no sale en la foto, y el que piensa por su cuenta, acaba en la calle.

Incluso en los perfiles mediáticos encontramos reflejos exactos. Si la izquierda radical tenía su rostro de hierro con Ione Belarra, Vox nos ha regalado a Rocío de Meer. No es que piensen igual —Dios nos libre—, pero la intransigencia es un perfume que ambas destilan con la misma intensidad. Escucharlas es sumergirse en un mar de absolutismos donde el matiz es una traición y la moderación, una cobardía. Dan el mismo miedo si te las encuentras en una curva, porque ambas representan esa política de trinchera que ignora que la mayoría de la gente, no vive instalada en una guerra civil permanente.

Ambos comparten también su desprecio por las "élites de Bruselas". Su antieuropeísmo es el refugio de quienes prefieren la autarquía ideológica al consenso de una Unión Europea que, con todos sus fallos, es lo único que nos separa del abismo. Y, sobre todo, comparten un enemigo común: no el bando contrario, sino el vecino de al lado. En sus inicios, el gran objetivo de Podemos no era la derecha, sino merendarse al PSOE de Pedro Sánchez, y el sorpasso era la tarea en la que enfilaban sus esfuerzos . Para Vox, la verdadera pieza a cobrar es el Partido Popular de Feijóo, aunque eso suponga el mal menor de que Sánchez aguante en Moncloa un poco más.

Nos queda un paisaje de bloques enfrentados, donde nos intentan convencer de que estamos siempre al borde de una catástrofe inminente o de una guerra que solo ellos pueden evitar, es la alerta antifascista, es el España se rompe, es la llamada a la sublevación popular de unos y militar de otros.

Es una política de "línea de frente" que agota al más pintado, pero el gran problema es que siendo en ambos casos minoritarios, han tenido y tienen capacidad para imponer sus dogmas a la mayoría porque es la única manera de los partidos mayoritarios puedan gobernar ante en la situación actual. Porque la mayoría no comparte el concepto de feminismo de Podemos, pero tampoco niega la existencia de la violencia de género como Vox, porque la mayoría no cree que todo se solucione con ayudas y subvenciones como Podemos, pero tampoco que si estas existen deban priorizar la nacionalidad en vez de la necesidad, porque la mayoría cree que hay que defender la fronteras del Estado, pero que no hay que hundir pateras o cayucos o dejar morir a quienes arriban a nuestra costas, porque la mayoría cree que es positivo proteger y apoyar los idiomas que se hablan en España, pero también que roza el absurdo el pinganillo en el Congreso... y así podríamos seguir hasta el año que viene, que por cierto, es pasado mañana.

Pero una última reflexión a modo de preguntas, e invitación a la charla post cena de Nochevieja: ¿Acabará a este paso Vox en la irrelevancia similar a la de Podemos, o logrará su objetivo? ¿O tal vez será Podemos quien se rearme tras lo sucedido en Extremadura, y según ocurra en Aragón? ¿Terminará Abascal haciendo podcast al estilo Iglesias?