Opinión

Ser mujer e intocable en la India

Anabel Lobo | Domingo 08 de junio de 2014

 

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Si bien en la constitución de 1950 fue abolido el sistema de castas en la India, en este país de 1300 millones de habitantes, en la democracia más grande del mundo, la mayor parte de la población se guía aún por el ancestral sistema de castas, que discrimina, aterroriza y por último asesina a muchos, y en el que la peor parte se la llevan 150 millones de personas, los llamados Dalit o Intocables, y dentro de estos, las mujeres. Ser mujer y Dalit en India es morir en vida. En muchos lugares, los Dalit no tienen derecho a acudir a las fuentes de agua potable que utiliza el resto de la población, y no pueden hacer cosas tan simples como acudir a un supermercado, y la ceremonia de incineración de sus muertos o la entrada en templos también está prohibida. Se les considera seres de tercera clase, y apenas pueden ver la luz del sol. Si se dejan ver, están perdidos. Las mujeres, por otro lado, sean Dalit o no lo sean, se consideran propiedad del hombre y seres de segunda clase. La muerte de Amanat, la joven de 23 años torturada y violada en un autobús, fue el detonante que descubrió a los ojos del mundo el grave problema de discriminación sexual que sufre la mujer en la sociedad india, un hecho que hizo reflexionar a las autoridades y cambiar la ordenanza que regula las leyes que hablan de agresión sexual. Amanat es tan importante porque ella no era una Dalit, era una joven estudiante universitaria de 23 años y no una Dalit más. De ahí que la reivindicación de su muerte fuera mayor en su entorno y llegara oídos internacionales haciéndose eco el mundo a través de su muerte de las agresiones en grupo que actualmente sufren las mujeres en India. Recientemente un padre fue a denunciar a la Policía la muerte de su hija adolescente, violada, torturada y ahorcada junto a una compañera en las inmediaciones de su domicilio cuando fue raptada al ir a orinar al campo, pues su casa no disponía de retrete. Su amiga y ella tenían catorce y quince años. Cuando el padre entró en la comisaría a denunciar lo primero que le preguntaron fue de qué casta era. Es un Dalit. Le agredieron también y se burlaron de él. Eso fue todo lo que consiguió. Eso y hacerse eco en la prensa internacional denunciando la muerte de su hija, contando su caso, lo que demuestra su valentía. La modificación de la ordenanza que promovió el Presidente Indio Pranab Murkherjee a raíz de la muerte de Amanat, incluye entre líneas, y en ocasiones directamente, la inmunidad en las agresiones sexuales que acometen la Policía o los Cuerpos de la Seguridad Nacional indio. Sí, así, tan terrible como suena. La mujer se considera propiedad del hombre en la India y si no se cambia de mentalidad, empezando por las élites políticas, difícilmente se podrá salir de esta espiral de violencia. Se creó un comité, el Comité Verna, para evitar la discriminación de las mujeres en el desarrollo de esta legislación, pero ni se les escuchó ni se les escucha. La ordenanza califica como simples insultos o ultrajes auténticas agresiones sexuales, y no tipifica adecuadamente el tipo de agresión. No se habla tampoco de protección para las mujeres agredidas, ni se concreta la reparación que tendría que haber por las agresiones. Sin embargo, sí se condena a muerte a los agresores. Muy contradictorio, sí, y también peligroso tanto para las agredidas como para los ciudadanos indios. Es fácil para un Policía en India decir que quien agredió a una mujer fue otro, dado lo populoso de la población y la dificultad de demostrar nada debido a la impunidad con que se manejan los cuerpos de seguridad. Otro tema de debate para la comunidad internacional, con difícil solución. India es un país con una gran industria pero especialmente antiguo y pobre en su interior. Y nadie parece atreverse a orientarles, supongo que porque son demasiados y no ofrecen mucho a cambio. Pero esta también es nuestra guerra, nuestro conflicto, es un tipo de esclavitud que estamos viviendo a través de los medios y que hay que frenar.