Anabel Lobo | Lunes 06 de octubre de 2014
El movimiento promovido por Occupy Central y sustentado por la inteligencia estudiantil de Hong Kong, era fácil de prever. No es posible mantener la calma chicha en esta que pretende ser una ciudad-estado, sin conseguirlo, al haber sido vapuleada históricamente por el colonialismo británico, chino, e incluso japonés. Los manifestantes se sienten chinos y piden una democracia abierta y sin restricciones. Es muy difícil nadar entre dos aguas, y mantener el tipo, tal cual quiere la República Popular de China, “propietaria” de este país con dos sistemas, el comunista y el capitalista. Imposible, diría yo. “Dame la libertad o mátame”, rezaba uno de los carteles que portaba uno de los jóvenes asesinados durante la no tan antigua matanza de Tiannamen. Es alrededor de la Estatua de la Libertad, erigida en recuerdo de aquel horror y en homenaje a los manifestantes caídos entonces, donde ahora se está produciendo este acontecimiento de enormes dimensiones y a favor, nuevamente, de la ansiada libertad de los sufridos habitantes de Hong Kong.
Y es que China creía posible liberar el sistema financiero incrementando los controles sociales. Pero de todos es sabido que una cosa se contrapone a la otra, y que el liberalismo económico requiere de una democracia amplia y no restringida. Las mentes de los estudiantes que reivindican sus derechos civiles, se encuentran varados en el mar de la incertidumbre entre un sistema y otro, sin permitírseles capacidad de reacción. No puedes formar mentes brillantes para luego acotar su futuro. China no quiere abrirse a la democracia, porque sabe que perderá el poder absoluto de Hong Kong. Hasta el momento juega con ventaja a través de la Ley Básica, esa que dice que de los 60 gobernantes que forman el comité legislativo que les gobierna, sólo 30 son elegidos por Sufragio Universal. Los estudiantes piden que los otros 30 también lo sean, para sentirse realmente representados por su gobierno. Y no sólo eso, por poner un ejemplo, Pekín mantiene un férreo control sobre las religiones que regula el ejercicio de su credo a protestantes y católicos, lo que nos puede dar una idea de hasta qué punto Hong Kong no es una democracia ni de lejos.
Los estudiantes están pidiendo cambios de una forma pacífica, si bien puede no parecerlo dada las dimensiones de la protesta. Hay que tener en cuenta que Hong Kong tiene unos siete millones y medio de habitantes, y que la densidad de la ciudad por kilómetro cuadrado es de 6544 habitantes, lo que nos da una idea de lo llena que puede estar la zona que rodea a la Estatua de la Libertad erigida tras la matanza que siguió a las protestas de Tiannamen, lugar en el que actualmente se reúnen los manifestantes a favor de la democracia.
La memoria histórica de Hong Kong también es difícil de asimilar para estos jóvenes, que se sienten chinos, pero que saben que siempre han ido de mano en mano, como la falsa moneda, vendidos al mejor postor, en manos del colonialismo británico o del japonés (este último les sumió en una gran hambruna debida a una hiperinflación y violó a más de 10.000 de sus mujeres). A Hong Kong le ha costado mucho crecer, como para conformarse ahora.
El ejecutivo ha expresado su deseo de dialogar con los estudiantes si abandonan las protestas y permiten que se puedan abrir escuelas y se pueda volver a trabajar. Los manifestantes de Occupy Central se han decantado por concentrarse en la zona de Admiratly, escuchando la mano que parece tenderles el ejecutivo. Sin embargo, muchos manifestantes, la mayoría de ellos, estudiantes que se manifiestan pacíficamente por la democracia, pero que no siguen los principios de Occupy Central, desean permanecer allí, y el gobierno ya ha manifestado que utilizará toda su contundencia para reducir a los manifestantes. No obstante, a pesar de los gases lacrimógenos y del spray pimienta, algunos estamos convencidos de que esto no se convertirá ni de lejos en un nuevo Tiannamen. Ojalá que no suceda. Nadie quiere volver a ver tanques persiguiendo niños.