Opinión

El Gran Hermano de Isabel Pantoja

Anabel Lobo | Sábado 22 de noviembre de 2014
Aquella joven tonadillera que cantaba con un torrente de voz que derrochaba oro, tanto por su entonación como por el dinero que con ella ganaba, ha sido encerrada entre barrotes. Se le ha retirado la medalla de Andalucía, se le ha vilipendiado y se ha hecho trizas de su supuesta honorabilidad. Ha llegado a desmayarse entre cientos de personas que acudían a animarla o a insultarla, teniendo como único apoyo a sus abogados, y a sus hijos. Para acabar, al menos por el momento, en una jaula que no es precisamente de oro.

Una mujer que lo ha tenido todo, empezando por su orgullo, cuyo declive hemos podido ver a través del Gran Hermano que persigue a la farándula corrupta en España, esa nueva clase social. Una mujer que fue muy querida por muy pocos hombres, empezando por Paquirri, y pasando por el corrupto y quien sabe si corruptor Alcalde de Marbella. Isabel sucumbió a la erótica del poder (qué raro en ella, que era de por sí, poderosa, por su torrente de voz, por su semblante, por su golpe de melena, y por sus increíbles pestañas negras) y con ello, pecó de inocente o de demasiado lista hasta que se ha visto envuelta en el embrollo del dinero que tan malamente manejan los famosos, hasta verse en el penal para mujeres de Alcalá de Guadaira. Entrevistada por sicólogos y asistentes sociales, que probablemente, debido a su extremada delgadez y a su situación, hayan previsto hacerle un seguimiento más exhaustivo que a reclusas que quizás no vivan situaciones tan peculiares. Todos los que tenemos corazón estamos preocupados por Isabel, porque ella forma parte de nuestra historia, igual que lo hacen o hicieron otras folkloricas como Lola Flores, que también tuvo problemas con el fisco, y que probablemente si hubiera podido y estado viva habría sido de las pocas personas en tender la mano a Isabel, aunque claro está que antes lo tendría que hacer por su hija Lolita, que tampoco lo ha pasado muy bien últimamente ni en el terreno económico ni en el sentimental, que se sepa.

Es cierto sí, según ha demostrado la justicia, que Isabel está en la cárcel debidamente. Pero ¿cuántos corruptos están aún fuera de ella con conocimiento de todos?; ¿cuántos juicios se aplazan, al menos aparentemente, en la medida en que se es de uno u otro escalón social?. ¿No es la justicia igual para todos?. Cuántas de esas personas que siguen bajo el filo de la sospecha, sabedores de su culpabilidad, manifiestan no tener idea de aquello que se les imputa, y se les aplica una presunción de inocencia que a Isabel Pantoja dejó de aplicársele desde el minuto cero, al menos en su propio entorno, cuando todos sus supuestos “amigos” le dieron la espalda para prestarle el dinero que precisaba para no ingresar en prisión.

A su lado están los hijos, y ese abogado con cara de buena persona y de absoluta devoción y preocupación por su cliente, Paquirrín que vive su vida como la entiende, tiene un hijo del que se ocupa, se gana la vida como D.J., hace de actor esporádico, en fin, se desenvuelve bien. La niña Isa ya es otra cosa, embarazada a los 18, con una ruptura sentimental por medio, sin demasiada formación. A ella sólo le queda el mundo de la prensa amarilla, la televisión sensacionalista y el papel cuché para ganarse la vida. Esa chica necesita mucho a su madre fuera de la cárcel. Luego está la abuela Ana, a la que dicen que no han contado la realidad del drama de la Pantoja. Ningún mortal entiende de qué forma han sido capaces de ocultarle tamaña realidad ya que cada dos minutos podemos escuchar o ver imágenes al respecto. Es de ciencia ficción. Y su hermano Agustín, secándose las lágrimas de los ojos tras acompañar a su hermana a la cárcel.

El caso es que el jilguero Pantoja, esa mujer que era un huracán cantando y en su vida privada, se encuentra ahora en una jaula con barrotes. Y cuando naces libre, y lo has sido toda tu vida, es fácil destruirte cuando se te esclaviza. Aunque seas muy fuerte. Aunque estés acostumbrada a luchar sola. Al menos allí estará libre del Gran Hermano en que últimamente se había convertido su vida. Tal vez eso sirva para recuperar a nuestra tonadillera.

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