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Tormenta de drones
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Tormenta de drones

Por Aixa Almagro
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domingo 07 de diciembre de 2025, 06:00h
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Desde que mi abuelo Manolo era un chaval en Almería y se dedicaba a vender pescado en el Muelle de Levante, la guerra siempre ha sido cosa de fronteras y tanques. Pero ahora, en pleno 2025, el conflicto se ha sofisticado hasta el punto de que la amenaza puede volar sin piloto y sin identificación clara. El miedo ya no está solo en Ucrania; se ha posado, como un insecto molesto, sobre el tejado de media Europa.

La activación del Artículo 4 de la OTAN por Polonia en septiembre, tras esa incursión de un dron ruso, fue el clic. El punto en el que el juego se puso serio. Antes, eran incidentes aislados; ahora, parece una estrategia orquestada para mantener a raya el pulso nervioso del continente. Es una táctica de guerra híbrida de manual.

La lista de países que han reportado avistamientos de estos "visitantes" aéreos no identificados es larga y preocupante. Desde el Báltico hasta la frontera rumana, hay reportes constantes en lugares como Polonia, Lituania, Letonia, Rumanía, Dinamarca, Noruega, Francia, y hasta en Alemania y Bélgica. Incluso en Moldavia, que no es de la OTAN, han caído drones en su territorio, una prueba más de que la "calibración de tiro" es, cuanto menos, intencionadamente descuidada.

Es un patrón de acoso. Pequeñas, continuas violaciones del espacio aéreo que no buscan una destrucción masiva (todavía), sino probar los límites de la defensa aérea, desgastar recursos y, sobre todo, sembrar la duda. Es como el que te tira piedrecitas a la ventana por la noche para que no duermas, pero sin romperla. El objetivo es que la Alianza Atlántica gaste sus carísimos misiles Patriot y F-35 contra unos cacharros que valen mucho menos. Una asimetría de costes brutal.

Cuando todos los dedos señalan a Rusia, el Kremlin se encoge de hombros y lo niega. La postura es siempre la misma: "Nosotros no hemos sido" o "la OTAN está escalando artificialmente la tensión".

El problema con los drones es que son el arma perfecta para la negación plausible. Son pequeños, pueden volar a baja altura y sus componentes son, a menudo, comerciales o de terceros países, lo que complica su atribución directa. Sin embargo, no hay que ser de la Brigada Aérea de Tabernas para saber de dónde sopla el viento. Cuando todos los incidentes se concentran a lo largo de la frontera este de la OTAN, la casualidad deja de ser una excusa.

La situación es grave porque nos pilla a contrapelo. Las defensas aéreas de los países europeos están pensadas para aviones de combate, no para un enjambre de pequeños drones suicidas. El despliegue de cazas para interceptar un dron de 70.000 euros es una victoria táctica para quien lo envía.

Por eso, la Unión Europea está reaccionando. Se habla de una iniciativa de "Muro de Drones" a lo largo de la frontera oriental, una inversión urgente en sistemas antidrones basados en tierra que puedan neutralizar estas amenazas de forma más eficiente y económica. Es hora de dejar de mirar al cielo y empezar a pensar en una defensa rasante.

La paz en Europa siempre fue una cosa sólida, como la Alcazaba de Almería, que parece inamovible. Pero estos drones nos recuerdan que la seguridad es algo que se tiene que trabajar y defender cada día, incluso contra amenazas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción. No podemos permitir que la guerra híbrida gane por agotamiento o por despiste.

Aixa Almagro

Noticias de Almería

Me gusta escribir de las cosas del día a día, de lo que pasa, y de lo que me pasa. Estudié Grado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, y Grado en Economía por la Universidad de Tampa - Facultad de Negocios Sykes.