Almería es popular

Ha pasado ya una semana de resaca electoral, tiempo suficiente para analizar los resultados, de los que se desprenden dos conclusiones clarísimas: que el Partido Popular ha ganado las elecciones en Almería, lo que le permitirá seguir gobernando la Diputación, y que en la capital los almerienses han decidido que quieren que Luis Rogelio siga siendo su alcalde al haber sido la lista más votada con trece concejales, aunque con acuerdos con otras fuerzas políticas.
Es verdad, y no hay por qué negarlo ni ocultarlo, que hemos bajado en número de votos, producto sin duda de la grave crisis económica y de las impopulares, pero necesarias, medidas que ha tenido que tomar el Gobierno. Por ello, quiero agradecer a los casi 30.000 almerienses la confianza que han depositado en el proyecto de ciudad que les hemos propuesto y quiero transmitirles también que el compromiso que adquirimos con los ciudadanos, independientemente de su opción de voto, sigue intacto.
Queremos seguir mejorando nuestra ciudad durante los próximos años y, al igual que ha ocurrido en otras ocasiones, estamos dispuestos a hacerlo en minoría y con apoyos puntuales o bien dentro de un acuerdo de gobierno que dé estabilidad a la gestión municipal. Ninguna de las dos opciones sería algo nuevo para nosotros. Por lo tanto, nos encontramos inmersos en un periodo de diálogo y de entendimiento, sin olvidar en ningún momento que el objetivo último debe ser el bienestar de los almerienses.
De momento, y hasta que se constituya la nueva Corporación el próximo 13 de junio, la totalidad del Equipo de Gobierno en funciones continuamos al pie del cañón para que los almerienses no noten en su día a día esta transición porque unas elecciones no deben afectar en ningún caso a los ciudadanos, por lo que continuaremos hasta el último día trabajando para mejorar Almería.
Otros están enfrascados en fraguar pactos anti natura contra el PP o en poner en práctica el llamado ‘cordón sanitario’ antiPP, y la experiencia nos dice que cuando se anteponen los intereses personalistas o partidistas a los generales, al final, son los ciudadanos los que acaban pagando los platos rotos. Ya lo vivimos en el 99 y repetirlo ahora sería nefasto para la ciudad.