Quiero hablarles de un tema que me quita el sueño y que, por desgracia, no es solo un capricho de la naturaleza: el calor extremo. Y no hablo del calorcito de Almería que todos conocemos y amamos, ese que nos invita a disfrutar de nuestras playas y nuestras tapas al aire libre. No, estoy hablando de un calor que se ha vuelto insoportable, un calor que está aquí para quedarse y que nos afecta a todos.
Recientemente leí un informe de los científicos de World Weather Attribution que me dejó con la boca abierta (y no precisamente por el bochorno). Resulta que casi la mitad de los habitantes del planeta experimentaron una media de 30 días más de calor extremo entre mayo de 2024 y mayo de 2025 en comparación con un mundo sin cambio climático. ¡Treinta días! ¿Se imaginan lo que eso significa? En Almería, donde ya sabemos lo que son las temperaturas por encima de los 40 grados, esto es como si el sol decidiera hacer una fiesta y no invitar a nadie más que a nosotros.
Recuerdo una anécdota reciente en la playa de San José. Estaba con unos amigos disfrutando del mar cuando uno de ellos, tras zambullirse en el agua, salió gritando: “¡Esto parece una sauna!” Y tenía razón. El agua estaba tan caliente que parecía haber sido hervida. Nos reímos, pero en el fondo había algo inquietante en esa broma. El clima está cambiando y nosotros estamos aquí, como si nada pasara.
Los científicos también apuntan a que las altas temperaturas actuales son más altas que el 90% de las observaciones históricas en nuestra área. Eso significa que estamos viviendo momentos históricos… pero no precisamente por razones positivas. En mi cabeza resuena la frase "el clima está loco", pero quizás deberíamos dejar de usar esa expresión como si fuera una broma inocente. La verdad es mucho más seria: nuestro planeta está sufriendo.
Como almeriense, siempre he sentido un orgullo especial por nuestra tierra. Las montañas, el mar Mediterráneo y esos atardeceres espectaculares son parte de mi identidad. Pero cada vez siento más miedo por lo que vendrá si seguimos ignorando esta crisis climática. Me pregunto cómo será Almería dentro de diez años: ¿tendremos aún nuestros campos verdes o serán desiertos áridos? ¿Podremos seguir disfrutando del sabor fresco del pescado del día o será un lujo inalcanzable?
Hablando con mis abuelos sobre su infancia en esta tierra calurosa, me cuentan historias sobre cómo solían pasar las tardes bajo la sombra de los olivos, frescos y felices. Ahora me pregunto si mis futuros hijos tendrán esas mismas oportunidades o si tendrán que buscar refugio en casas climatizadas como si fueran islas en un océano hirviente.
Les invito a reflexionar sobre esto. La próxima vez que sientan ese calor extremo aplastante o vean noticias sobre sequías e incendios forestales, piensen en lo que podemos hacer desde aquí, desde Almería. Cada pequeño gesto cuenta: reducir el uso del plástico, cuidar nuestros recursos hídricos y apoyar iniciativas sostenibles son pasos necesarios para preservar nuestro hogar.
Este verano no solo se trata de disfrutar del sol; se trata también de reconocer lo frágil que es nuestro entorno y actuar antes de que sea demasiado tarde. Porque aunque amemos nuestro calor almeriense, hay límites a todo… incluso al sol abrasador. ¡Hagamos algo al respecto antes de convertirnos en fósiles bajo su luz!
Agenda
