Es verdad, somos más pobres

En un país, como el nuestro, en donde un Fiscal de la Audiencia Nacional puede insultar y mofarse de una Institución como la Guardia Civil, comparándola con las SS hitlerianas o arremete contra compañeros de Fiscalía, jueces, Partidos o Gobierno, y ya veremos en que queda todo, o en donde una niña de solo 3 años muere por una supuesta descoordinación administrativa entre dos Comunidades Autónomas vecinas, que va a saldarse solamente con un expediente que alcance a aclarar lo sucedido, pero sin visos de que se pongan las medidas necesarias para que no vuelva a repetirse un hecho semejante, sí todo eso sucede y aquí no pasa nada, difícilmente la sociedad, en su conjunto, va a profundizar en el hecho de que los españoles nos estamos empobreciendo desde que la crisis se instaló entre nosotros.
En efecto, el último informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) titulado “Panorama de la Sociedad 2014. La crisis y sus consecuencias”, viene a mostrar que los ingresos de los españoles (los que los tienen) cayeron entre 2008 y 2012 2.600 Euros por persona y año, sin duda, una caída de las más altas de la Eurozona, solo comparable a lo sucedido en Islandia, Irlanda o Grecia.
Ello es la consecuencia lógica del paro y del deterioro del mercado de trabajo para amplísimos sectores de la población. La realidad actual es que España tiene una tasa de paro 2´5 veces más alta que la media de la Unión Europea y que solo el 54% de los adultos en edad de trabajar tiene empleo, lo que significa que tenemos la tasa de empleo más baja de toda la Comunidad Europea, o lo que es lo mismo, casi 6 millones de parados, de los cuales el 45% lo son de larga duración.
Si a todo esto añadimos que, según dicho informe, 4 de cada 10 desempleados no recibe ninguna prestación social, quiere decir que nos enfrentamos a una situación de enorme calado y de dificilísima solución, sobre todo si, como aseguran reputados economistas, España no recuperara los niveles de empleo de antes de la crisis, hasta el año 2025, y todo ello pese a la previsiones de crecimiento moderado en los próximos años.
En esta situación, se impone un riguroso control del gasto público, con prioridades perfectamente definidas y con claras políticas de Estado en donde todos debemos implicarnos.
Esperemos que la reforma fiscal que anuncia el Gobierno, reparta solidariamente las cargas, estos es, que paguen los que más tienen, no los de siempre, y sobre todo que incida no solamente en los ingresos, sino, fundamentalmente, en el gasto. En caso contrario, continuaremos empobreciéndonos.