La lluvia, que se filtra por la tierra, alcanza a las raíces, las alimenta, y da vida a las plantas, a los árboles, y quizá por eso, aquel domingo cuatro de diciembre de 1977, llovía. Tenía que llover porque habían sido cuarenta años de sequía, convertidos entonces en páramo bajo el que aún latían -¡y cómo latían!- las semillas que debían verdear de nuevo nuestros campos, y también nuestras calles, florecer en las manos de todos los andaluces como un único grito nacido en las entrañas de Tartessos, desde los Millares, desde Vandalucía toda, desde Al Andalus… desde Andalucía.
Pero aquel día nos lo robaron. Aquel día en que los andaluces nos echamos a la calle al grito de “libertad, amnistía, estatuto de autonomía” no lo promovieron los partidos políticos, que se vieron arrastrados a una manifestación en la que no creían y que les superó en todos los sentidos.
La asociación Averroes, con Rafael San Martín al frente, fue la impulsora de aquella muestra histórica de afirmación de Andalucía como sujeto político. Sin aquel día, hoy Andalucía no sería oficialmente considerada una realidad nacional, una nacionalidad histórica, a pesar de que es frustrante el resultado de estas cuatro décadas de supuesto autogobierno, en el que no hemos dejado de ser lo que éramos, una colonia económica, un protectorado administrativo, siempre al servicio de intereses ajenos a los nuestros.
Alienados de nuestra identidad seguimos, y los andaluces continúan sin saber que aquella fecha fue escogida no precisamente al azar, ya que fue un 4 de diciembre de 1868, cuando Cádiz se alzó en armas para reivindicar la República Federal. En 1873 los federales proclamaron la independencia de Andalucía, y en 1883 se redacta la Constitución Federal en la que se la proclama “soberana”… nada de esto le pregunten a los parlamentarios andaluces, que no se lo saben, aunque su nómina –abultada, eso sí- es gracias precisamente a todo ello.
Aquel 4D fue llamado Día de Andalucía, y así fue celebrado unos años, hasta que superado el referéndum del 28F y sus trabas, y aprobado el Estatuto, el Gobierno andaluz lo eliminó, imponiendo el suyo, sustituyendo al pueblo por su representación.
Aquel 4D fue llamado Día de Andalucía, y así fue celebrado unos años, hasta que superado el referéndum del 28F y sus trabas, y aprobado el Estatuto, el Gobierno andaluz lo eliminó, imponiendo el suyo, sustituyendo al pueblo por su representación.
Ellos, los que no creían que la manifestación del 4D pudiera tener la respuesta popular que tuvo, a ellos hubo que ir a buscarlos uno a uno, convencerlos casi personalmente, de que tenían estar allí, ellos, acabaron ocupando un lugar destacado tras los niños que portaban la bandera blanca y verde propiedad de la familia de Blas Infante.
Los políticos nos arrebataron nuestro día, un día que marcó nuestro hecho diferencial, un día fue solo nuestro, porque nadie más en todo el territorio español se echó a la calle, y mucho menos bajo el lema “Autonomía plena es nacionalidad”.
Ahora, todo parece indicar que como pueblo, como un solo pueblo, vamos a tener que volver a conquistar nuestro sitio porque ellos, los políticos, se muestran decididos a dejarnos –ahora sí- allí donde confiaban en que nos íbamos a quedar hace 40 años.
¿De verdad que les vamos a dejar que lo hagan? ¿de verdad que no vamos a hacer nada por impedirlo?