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El fantasma
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(Foto: DALL·E ai art)

El fantasma

Por Juan Torrijos Arribas
jueves 01 de mayo de 2025, 06:00h

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Mi amigo Guillermo, oriundo de ese Alsodux que duerme a la vera del río Nacimiento, y que vela sus sueños en peregrinajes, es uno de esos hombre al que algún día tendremos que subir a los altares de nuestros corazones. Bueno donde los haya, siempre dispuesto a entregarse a los demás, y sin comentarlo ni con él mismo. Pensamos que su enjuto cuerpo es culpa de esa entrega, de estar pendiente de lo que nos ocurre, y no hacerlo por lo que le sucede a él. Junto a Guillermo, Mercedes, Silvia, Alfonso, Martín, y algunos amigos más (anda metido en la preparación de una peregrinación a Polonia, y los lugares del papa polaco, por si quiere acompañarlo), tuvimos la oportunidad de volver a visitar el santuario de Tices, donde él sube a trabajar como voluntario, a pocos kilómetros del hermoso pueblo de Ohanes, que vive con dos grandes pasiones cada año, los toros de San Marcos, celebrados en pasado fin de semana, y ese quince de agosto en el que sube al santuario a bajar a su Virgen de la Consolación y tenerla en el pueblo durante unos meses. Hace años lo hacían, te cuentan, para que ayudara a los vecinos a tener una buena cosecha uvera durante la recolección, la volvían a subir a su santuario cuando llegaba el mes de noviembre. Hoy, sin las parras de aquellos años, siguen con la hermosa costumbre de subir y bajar a su Virgen, solo por el placer de que durante unos meses esté más cerca de los vecinos.

Tices tiene también sus milagros que contar a los visitantes, conocidos por todos, como el de aquel soldado que, postrado en el lugar, buscando el descanso de su cuerpo, no pudo levantar el petate donde llevaba la pequeña imagen de la Virgen de la Consolación, y que ello le obligó a dejarla en aquellas tierras, e iniciar lo que hoy es él santuario de Tices, o el de aquel arzobispo, de apellido Moscoso, que se puso enfermo en una visita pastoral a la zona, se moría el hombre y no encontraban forma de curarle, un vecino manifestó que el aceite de una de las lámparas de la Virgen podría salvarle la vida. Y así fue.

Pero Tices, el Santuario dedicado a Nuestra Señora de la Consolación también tiene su fantasma particular. Cuentan que fueron cuarenta y cuatro años dedicados al santuario, se la veía siempre vestida de negro, haciendo ganchillo, bordando paños para la Virgen, limpiando, lavando, cuidando siempre de la casa de La Señora y de los peregrinos que hasta Tices subían a postrarse ante ella. Contaban aquellos que, durante las noches, sentían que unas manos acariciaban sus caras y que una figura oscura estaba delante de la cama y los miraba con cariño y fervor.

Durante años no se habló del fantasma de Tices, ha sido en la nueva etapa, cuando se ha vuelto a abrir y se han arreglado sus aposentos dando cobijo de nuevo a los peregrinos, gracias a la ayuda de Diputación, cuando ha vuelto aquel fantasma a formar parte de la vida del estos muros. Las voces han vuelto a hablar de ello, de la figura, el cariño y ternura que desprende su mirada, o de la sensación de que unas manos te acarician la cara, como una brisa de aire fresco en la noche de Tices.

El padre Antonio, hombre que tiene sobre sus espaldas el trabajo de lo que se quiere que en el futuro sea el Santuario, recomienda que, en estos casos, si se le tiene miedo al fantasma de Tices, no abran los ojos, no le hará ningún daño, se trata de aquella mujer, vestida de negro, que, durante décadas estuvo viviendo entre estos muros, que nunca se ha querido marchar del lado de su Virgen, y que sigue recorriendo los aposentos cuidando la noche de los peregrinos con su mirada de cariño y su brisa de amor.