Pues sí, lo reconozco: el cierre del FICAL lo he vivido desde el comodísimo sofá de mi casa, con la mantita de cuadros que me tejió mi tía Elvira y un bol de almendras tostadas de la Sierra. Y si hay que ver el glamour, qué mejor que verlo en HD y sin tacones.
Dicen que en el Auditorio Maestro Padilla se han reunido más de 200 invitados para el broche de oro, y a mí me han llegado las ondas expansivas del brilli-brilli hasta mi barrio, y eso que el Poniente no perdona. ¡Menudo despliegue! El final del Festival no es un adiós, es un estallido final que nos recuerda la talla que tenemos.
Ver a gente como Javier Cámara, Pedro Casablanc, Sara Sálamo o Macarena Gómez desfilando por la alfombra es la constatación de que Almería es un punto fijo en el mapa del cine español. No vienen de visita; vienen a casa. La naturalidad con la que se mueven, la sonrisa cómplice... Se nota que aquí se respira cine.
Y el momentazo, claro, ha sido el gran premio 'Almería, Tierra de Cine' para John Rhys-Davies. ¡El Gimli de El Señor de los Anillos! Pero para mí, el premio ha sido ver su cara de fascinación con nuestra tierra. Este hombre ha estado en todos los rodajes importantes del planeta, y que se quede prendado de la luz de Almería, eso no tiene precio. Mi padre, que es muy de la Generación Star Wars, me ha mandado un mensaje en mayúsculas preguntando si le había dado un pellizco de la suerte.
Un Palmarés con Sabor a Futuro
Más allá de las estrellas (que son importantes para dar empaque), lo que de verdad me alegra es el palmarés. Que hayan coronado a 'Ciudad Sin Sueño' demuestra que aquí no solo buscamos el taquillazo, sino que premiamos la calidad, la sensibilidad y las historias que nos hacen pensar.
El FICAL es esa mezcla perfecta entre la veteranía de las grandes figuras y el empuje de las nuevas promesas. Es un trampolín. Es el lugar donde un cortometraje humilde puede coger impulso y volar a festivales internacionales.
Ahora, con las luces del Auditorio apagadas, toca hacer balance. FICAL ha sido un éxito rotundo. Ha llenado la provincia de vida, de charlas, de networking (palabra que me enseñó mi prima la de la agencia de comunicación) y, lo más importante, de mucho orgullo.
Almería no es solo sol y playa; es la tierra que vio nacer el Spaghetti Western y que hoy sigue siendo un plató natural inigualable. Y sí, el año que viene, espero dejar el sofá para pisar la alfombra, aunque sea para barrer los confetis.
¡Hasta el FICAL del año que viene!
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