Lo que no han conseguido sus mentiras, es un experto en ellas; sus pactos con Eta, Otegui es un hombre de paz; sus bajadas de pantalones con el catalán con el mocho en la cabeza, el poder de siete votos; los cambios de opinión ante la constitución y la amnistía, con un Pumpido haciendo de Judas de la carta magna; la condena del fiscal general del estado, oveja obediente que paga el pato de su jefe; las aventuras de Ábalos, defensor del feminismo y del sobrinismo en Paradores; los negocios de Cerdán, y sus morcillas navarras; las cantadas óperas de su hermano, menuda “traviata” la suya; los trabajos de su esposa en la universidad y fuera de ella, volando en aviones con mordidas, lo puede lograr un tal Salazar y la aventura de su bragueta.
El movimiento de Sánchez dentro del Psoe se encuentra a punto de implosionar. Quién se lo iba a decir al guapo presidente, cuando tan seguro estaba de que el mundo estaba en sus manos y giraba a su antojo, que unas cuantas mujeres, algunas de su entorno, otras retiradas en su momento por algunos de sus más íntimos colaboradores, iban a hacer que explotara, o casi, el poder que ha mantenido durante los últimos siete años en España. El poder y la fuerza de una bragueta, la de Salazar, puede ser la caída de todo un líder.
¿Qué ha llevado a estas mujeres a enfrentarse, a declararle la guerra a Pedro en estos momentos? Llevan años calladas ante los comportamientos de Sánchez y su cuadrilla, soportando que las vayan ninguneando, apartando de los puestos de poder, arrojándolas al infierno de los silencios por parte de estos hombres, sus compañeros, los que se decían pomposamente desde los púlpitos de la democracia que se sentían feministas porque eran socialistas, y la verdad es que iban de chulos y de guarros por la vida dentro y fuera del partido.
¿Solo una bragueta, la de Salazar, les ha hecho explotar, o hay algo más que no nos han contado?
Hay quien dice en el entorno femenino de Ferraz y Moncloa, que las mujeres se han percatado de que están ante el momento de mayor debilidad por parte de Pedro Sánchez, y le han saltado con fuerza al cuello. Y se entiende. Adriana Lastra le tenía ganas a más de uno de los dirigentes de su partido, y si piensan ustedes en Susana Díaz, la sultana andaluza, con todo lo que le han hecho sufrir desde aquellas primarias en su partido, aunque le dieron la oportunidad de seguir viviendo del senado, no nos sorprende que se hayan levantado, con los colmillos afilados, buscando la yugular de Pedro y del resto de los hombres que le han venido acompañando en estos años en la dirección de su partido, y en la marginación de las féminas.
Me cuesta trabajo creer que estemos ante su caída por la famosa bragueta de Salazar, pero oyendo a alguna socialista cercana se entiende el enfado que tiene el sector femenino y que no soporte a guarros y a los que los defienden.