Parece mentira, pero este domingo los almerienses miraremos al oeste con una intensidad que no dedicábamos a Extremadura desde que buscábamos en el mapa dónde demonios estaba exactamente el embalse de Valdecaballeros. La política en el Estado español ha llegado a tal punto de paroxismo que el futuro ciclo electoral no se decide en los despachos de la Castellana, sino en las dehesas extremeñas. Nunca unas autonómicas en esa Comunidad habían levantado tanta polvareda, y no es porque hayamos descubierto de repente un amor platónico por el pimentón de la Vera... o que es posible aplicar a la política aquella canción de Extremoduro que tantos hemos coreado: "Desde que tú no me quieres, yo quiero a los animales, y al animal que más quiero, es al buitre carroñero".
Estamos ante el pistoletazo de salida de un nuevo ciclo electoral. Todo el mundo está pendiente de la Comunidad vecina, aunque, como suele ocurrir en nuestra bendita geografía, las peculiaridades locales son tan marcadas que cualquier intento de extrapolar los resultados al resto del Estado o a unas generales es, sencillamente, un ejercicio de funambulismo sin red. Aún así, Extremadura desvelará algunas claves que conviene no perder de vista.
Si miramos al PSOE, la situación roza lo tragicómico. El candidato socialista, Miguel Ángel Gallardo, tiene el dudoso honor de ser el primer aspirante que se presenta con una cita en el banquillo de los acusados ya programada para mayo. Su gestión al frente de la Diputación de Badajoz y la presunta "creación a la carta" de un puesto para David Sánchez, hermano de Pedro Sánchez, lo tienen bajo la lupa por tráfico de influencias y prevaricación.
Pero lo más ingenioso —o penoso, según se mire— fue su maniobra para blindarse. Recordarán aquel intento de entrar en la Asamblea de Extremadura mediante una renuncia en cadena de sus compañeros para obtener el aforamiento. El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJEx) ya le dio el correspondiente tirón de orejas en junio, calificando la estrategia de fraude de ley. Gallardo es el sanchismo en estado puro: supervivencia por encima de la estética. Y si el descalabro del PSOE se confirma, será el fiel reflejo de un partido que en todo el Estado parece estar en caída libre, lastrado por escándalos que van desde la corrupción económica hasta las recientes y turbias denuncias de acoso sexual que han salpicado a figuras como Francisco Salazar.
El resultado del PSOE en Extremadura será responsabilidad en un 125% de Pedro Sánchez: de su gestión del país, pero también de la gestión del partido.
En el otro lado del ring, el PP de María Guardiola juega a ser la versión extremeña de Juanma Moreno. Una línea centrada, sin estridencias, intentando convencer al personal de que se puede gobernar sin necesidad de ponerse la camisa de fuerza que a veces parece imponer la extrema derecha. Está por ver si esa moderación consolida el feudo o si se queda en un tibio intento de agradar a todos.
Y luego está Vox. Su candidato, Óscar Arturo Fernández Calle, navega en una subida en las encuestas que nadie sabe si es espuma de mar o marea real. Lo curioso es que el voto a Vox en Extremadura no parece ser un voto de "propuesta" —sus planteamientos son tan desconocidos allí como un día sin viento en el Cabo de Gata—, sino un puro voto de castigo contra Sánchez. Santiago Abascal se ha volcado en la campaña, a diferencia de un Alberto Núñez Feijóo que ha preferido mantener una distancia prudencial, quizás para no quemarse si la foto final no es la esperada. Todo esto, por cierto, aderezado con el escándalo de Revuelta, esas juventudes "no orgánicas" que han terminado en guerra abierta con la dirección del partido por el supuesto desvío de fondos de la DANA. Un sainete en toda regla.
Extremadura abre la veda. Sabemos que el PSOE baja y que el PP sube, pero en política, como en la agricultura de nuestra provincia, que la planta crezca no garantiza que vayas a recoger el fruto. Pedro Sánchez dirá que "asume la responsabilidad" (esa frase que en su diccionario significa "me quedo donde estoy") y Abascal reclamará su trozo de pastel. Mientras tanto, aquí seguiremos, esperando a ver si el resultado del domingo es el principio del fin o simplemente otro capítulo de esta serie interminable que es la política del Estado.