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Grandes universidades, pero...

Por Moises Palmero Aranda
martes 11 de septiembre de 2018, 20:17h

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Si el nuevo caso de Montón de favoritismo universitario lo reducimos a la falta de honestidad de nuestros políticos y a señalar a la Universidad Rey Juan Carlos como foco de infección, creo que nos quedaríamos solo en la punta del iceberg. Para mí, el verdadero problema está en el sistema universitario que hemos creado y desde mi punto de vista en España sobran Universidades y universitarios.

No seré yo quien defienda a los políticos, pero en este caso me siento tan perjudicado, engañado y sorprendido como la ministra dejaba entrever en sus palabras y sus gestos, como le pasaba a Casado y a Cifuentes, incluso a Errejón sin ser el mismo caso, cuando les tocó defenderse.

Durante la transición nos hicieron creer que el futuro estaba en las Universidades, donde se formarían las elites del futuro. Si tenias buenas notas te invitaban a tomar el camino de la Secundaria, mientras si no las tenías, te mandaban, a la desprestigiada, en aquel momento, Formación Profesional.

Al mismo tiempo empezaron a construirse Universidades, pabellones y piscinas municipales. Si mantener estos últimos era complicado para muchos municipios, que se vieron en la necesidad de cerrarlos, desarrollar una Universidad lo era mucho más, pero ellas jugaban con la ventaja de que los buenos trabajos, el prestigio social y por tanto el éxito en la vida, se alcanzaban consiguiendo un título universitario.

Las universidades para poder mantenerse, empezaron a competir entre ellas, apostando por la cantidad en vez de la calidad. Querían tener cuantas más carreras mejor, con el objetivo de atraer a todos los estudiantes que fuese posible. Eran los ingresos que les permitirían crecer y mantener el negocio. Y, ahí, en el negocio, se perdió todo. Los alumnos dejaron de tener gran importancia, salvo la de pagar sus matriculas. Si aprendían era algo secundario. Los licenciados y los diplomados salían si tener la menor idea de afrontar los trabajos para los que se habían preparado, incluso muchos de ellos tenían faltas de ortografía. ¿Cómo se puede permitir que un universitario, el nivel más alto de nuestro sistema educativo, no sepa escribir correctamente en su propia lengua? Pero así era.

Cuando el mercado laboral se vio saturado de gente titulada pero sin preparación decidieron cambiar el modelo.



Cuando el mercado laboral se vio saturado de gente titulada pero sin preparación decidieron cambiar el modelo. Aparecieron los grados que iban a ser más prácticos, los certificados de idiomas y el Máster como forma de especialización. Mas esfuerzo, más tiempo, más títulos y sobre todo más dinero para las Universidades, pero los alumnos siguen saliendo con faltas de ortografía y sin la experiencia que les capacite para el mercado laboral, en el que aterrizan, después de tanto esfuerzo, sacrificio y dinero gastado, mendigando unas prácticas o una pequeña beca para demostrar su valía.

Todos nuestros jóvenes tienen derecho a estudiar, pero no todos son validos. Las Universidades deberían ser muy exigentes, tanto para los alumnos que quieren estudiar en ellas como para entregar sus títulos. Cada Universidad debería especializarse en determinadas carreras y no intentar ofertar todo lo que el mercado le permita. De esa manera no tendríamos licenciados en química poniendo hamburguesas, o filólogos trabajando de electricistas.

Mientras los profesores tengan que cubrir un mínimo de alumnos, y por tanto ingresos, para mantener su Máster y, en muchos casos, su precario puesto de trabajo, y los estudiantes no vayan a la Universidad con la sensación de que solo pagan por conseguir los títulos que el mercado laboral les exige para darles una oportunidad, ocurrirán casos como los de nuestros políticos.

Es un poco hipócrita pedir honestidad, y no me refiero ahora a los políticos, cuando el sistema no es honrado con la ilusión de nuestros jóvenes. Vivir con la sensación de que tu esfuerzo, tu talento y tu trabajo, no son suficientes para poder desarrollarte laboralmente, y por tanto personalmente, es un poco frustrante. Y no los justifico, pero entiendo que muchos acortan camino, que aprovechan las debilidades del sistema, que busquen a los amigos que les faciliten las cosas.

Si los intrépidos periodistas no solo pusiesen su punto de mira en los políticos, sino que escarbasen en el funcionamiento del sistema encontrarían muchos más casos como los de Montón, Cifuentes y compañía. Pero no lo harán, es mucho dinero el que se perdería, pero deberían, porque es mucho lo que está en juego, nuestro futuro.

Y aunque los entiendo, todos deben dimitir, quizás su ejemplo sirva como motor de cambio.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.